Un 9 de marzo pero de 1812, San Martín arriba a Buenos Aires a fin de colaborar con el sueño de liberación americano. A poco de su llegada, todo cambiaría. Colaboración para el Instituto Nacional Sanmartiniano del doctor Martín Blanco. El 9 de Marzo de 1812 la marcha de la Independencia de las Provincias Unidas iba a cambiar definitivamente, ese día arribó a Buenos Aires la fragata “George Canning” siendo uno de sus pasajeros el Teniente Coronel de Caballería José Francisco de San Martín.
El niño que dejó su Patria en 1784, retornó como un experimentado militar formado en el ejército español, cargando sobre sus hombros veintidós años en los campos de batalla al servicio de España, bajo las órdenes de notables Generales entre ellos Antonio Ricardos, Francisco Javier Castaños, y su admirado General Solano.
Fue testigo además, de las nuevas tácticas empleadas por el genio de Napoleón, habiendo enfrentado a sus huestes en los primeros años de la Guerra de Independencia española, drama en el cual San Martín se destacó en los campos de Arjonilla y Bailén. Para 1812, en el Rio de la Plata no había elemento alguno que cuente con la experiencia del ya veterano Teniente Coronel, al que inmediatamente (16/03/1812) se le confió el mando de un Cuerpo de Caballería formado por la diestra mano de su Comandante, que a la postre va a desplegar su bizarría y su gloria por medio Continente.
- Sin embargo, como bien lo señaló la historiadora Patricia Pasquali, San Martín inició su epopeya en América desde un desventajoso punto de partida, habida cuenta que no contaba en el Plata con familiares de renombre, mucho menos con fortuna;
Además de ello, su verdadera fortaleza, que era su experiencia militar, generaba que sea mirado con desconfianza, dado que su foja de servicios acreditaba más de dos décadas de servicios en favor de la corona española a la que ahora combatía, circunstancia que gravitó para que dos de los miembros del Primer Triunvirato lo hayan recibido con reparos, tal como el prócer confesaría en el epílogo de su vida.
Aquí aparecerá una cualidad de San Martín que mantendrá incólume a lo largo de su vida, cuál fue su capacidad de superar una tras otra las adversidades que el devenir de la Revolución y la Guerra iba poniendo en su camino, sin dejar de mencionar entre ellas a su mala salud que lo acicateó desde temprana edad hasta su muerte en Boulogne-sur-Mer.
El triunfo en el combate de San Lorenzo (03/02/1813), bautismo de fuego de “sus muchachos”, y sobre todo el rol que desempeñó San Martín en dicha acción, en la que marchó a la cabeza de su columna poniendo en grave riesgo su vida, vinieron a disipar esa desconfianza inicial.
No obstante, asomaba en el horizonte otro grave escollo, ya de orden político, cual fue la ascendente gravitación del ambicioso Carlos María de Alvear dentro del drama revolucionario. Este último, a diferencia de San Martín, contaba con grandes relaciones de familia en el Plata y con una cuantiosa fortuna, más no tenía el fuste militar del futuro Gran Capitán.
Sin embargo su poder e influencia fue prevaleciendo en la política de Buenos Aires y de la Logia Lautaro, en detrimento de la de San Martín. La designación como Jefe del Ejército Auxiliar del Perú (en reemplazo del Gral. Manuel Belgrano), cargo que San Martín aceptó a regañadientes, terminó por alejarlo de Buenos Aires, centro de poder del movimiento emancipador, y a su vez consolidó la posición del ascendente Alvear.
- Este traslado, que prima facie pareció perjudicarlo, terminó por fortalecerlo;
- En primer lugar, pudo ver de cerca los complejos y a veces estériles esfuerzos que el Ejército hacía en el Norte como ruta para llegar al Perú, centro del poder español en América, dilapidando hombres y dinero, extremo que no escapó a su genio militar, y que a la postre coadyuvó a tomar la decisión de la necesidad de abrir un nuevo teatro de operaciones en dirección al Oeste para llegar a Chile cruzando la Cordillera, combinar esfuerzos y en una operación anfibia dar el golpe magistral al dominio español;
El Plan Continental aparecía en todo su esplendor. En segundo lugar, y no por eso menos importante, es la amistad que San Martin pudo cultivar con Manuel Belgrano, quién lo puso al corriente de la geografía, dificultades, idiosincrasia y religiosidad de los Jefes, oficiales, soldados y de la población en el Norte de las Provincias Unidas, datos que el futuro Libertador escudriñó con su notable lucidez, concluyendo que allí no había que intentar ofensiva alguna.
Entendió que Güemes con sus “infernales” podrían defender ese frente con éxito. Los hechos posteriores iban a darle la razón. Su nombramiento como Gobernador Intendente de Cuyo (10/08/1814), la caída de Alvear, el advenimiento de Juan Martín de Pueyrredón y la declaración de la Independencia, fueron sucesos que pusieron a San Martín en posición de llevar adelante su plan, empujado por el heroico pueblo de Cuyo que se vio reflejado en su líder, ese hombre austero que predicaba con el ejemplo, renunciando a la mitad de su sueldo, configurándose en él un verdadero hombre-misión, siendo esta la Independencia de la América del Sur.
Con la pérdida de la libertad de Chile, a instancias de la derrota ocurrida en Rancagua (02/10/1814) el plan sanmartiniano sumaría un nuevo escollo, a la titánica tarea de cruzar el macizo andino se sumaba la no menor dificultad que del otro lado aguardaría ya, no un gobierno amigo, sino todo lo contrario, el Ejército realista bajo las órdenes de Casimiro Marcó del Pont.
- Nuevamente habría que superar adversidades, y aquí el genio de San Martín se iba a imponer mediante una hábil guerra de inteligencia, conocida también como guerra de “zapa”;
- El gran Capitán infiltró agentes, hizo correr noticias falsas, logró distraer y dividir las fuerzas del enemigo que no supo saber a tiempo y a ciencia cierta por cuál de los pasos cordilleranos confluiría el grueso del Ejercito Libertador;
San Martín ideó la logística de la gran epopeya, el cruce implicaba movilizar un ejército de cinco mil almas, por caminos que no era caminos, verdaderos desfiladeros por donde debía conducirse la pesada artillería, animales, víveres, etc. , desafiando lo abrupto de la mole Andina.
- No en vano, en sus propias palabras, lo que no le permitía dormir no era tanto la oposición que pudiera hacerle el enemigo, sino cruzar esos inmensos montes, lo que logró gracias a su capacidad y al tremendo esfuerzo de sus huestes y colaboradores, entre ellos el siempre eficaz Fray Luis Beltrán;
La sorpresa que tanto buscó San Martín se concretó finalmente en los hechos. El 12 de Febrero de 1817 el Ejército Patriota y el Realista se batieron en los campos Chacabuco, aquí pesó nuevamente la experiencia del Capitán de Los Andes, dado que se mostró como el primer conductor en América que ensayó un ataque envolvente, en detrimento del clásico choque frontal.
- La estrategia y la bizarría de sus hombres dieron la victoria, no sin pasar algún apuro habida cuenta la precipitación de Bernardo O´Higgins que comprometió severamente el éxito de la contienda;
- Sin embargo, los restos del enemigo se concentraron en el sur de Chile, que se abastecía de hombres provenientes del Perú mediante el Pacifico;
El dominio de los mares era decisivo y San Martín, no sin esfuerzo, en breve lo tendría, pero antes debía asegurar la libertad de Chile “la ciudadela de América”. El revés de Cancha Rayada (19/03/1818) sacó a relucir los dotes del Conductor, que en medio de una delicada situación y de un pánico general en Santiago (Chile) , logró rearmar en dos semanas un Ejército que se creía derrotado, para ponerlo de nuevo frente al enemigo en la decisiva batalla de Maipú (05/04/1818), donde con el sol como testigo, y nuevamente mostrando la lucidez de su genio militar, aseguró definitivamente la libertad de Chile, y con ella afianzó la de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
- Faltaba un escollo más para completar su misión, terminar con el dominio español en América cuyo centro de poder estaba en el Perú;
- Para ello, luego de innumerables avatares, con dispar apoyo de las Provincias Unidas y de Chile, que se desangraban en luchas intestinas (que el Libertador siempre aborreció) logró constituir una escuadra para tener el dominio del Pacifico, y con el realizar desembarcos por distintos puntos de la costa peruana, insurreccionar a la población para ir ganándose la opinión de un pueblo acostumbrado al ya decadente dominio español;
De esa manera mitigaba la notable desigualdad de sus fuerzas en relación al enemigo, este último contaba en el Perú con más de veinte mil hombres, San Martin con menos de la mitad. A medida que la opinión de la masa se volcaba a favor de la Revolución, explotando al máximo la ventaja anfibia, San Martin fue acercándose a la Capital.
- Así pudo tomar Lima sin disparar un solo tiro, de igual modo la Fortaleza Real Felipe del Callao, y así declaró la Independencia del Perú (28/07/1821);
- Lo hizo con la particularidad de aceptar el cargo político (posibilidad que desechó en Chile) adoptando la singular fórmula de “Protector” del Perú;
No obstante ello, el poder de San Martín se fue debilitando, disensiones internas en el seno de su Ejército, como también en el gabinete, principalmente con el Ministro Bernardo Monteagudo. Sumado a ello las dificultades derivadas del complejo entramado social imperante en el país incaico, más la falta de apoyo de Chile y mucho menos de Buenos Aires, donde Rivadavia se negó a prestar sus auxilios para una misión que desde el Norte del país debía distraer las fuerzas del enemigo hacia el Alto Perú, fueron mellando el espíritu del Libertador luego de diez años de guerra y revolución.
El único apoyo que le restaba solicitar era el del Libertador del Norte, Simón Bolívar. La entrevista que tuvieron (26 y 27 de Julio de 1822) mostró a las claras la reticencia de este último a colaborar con su par del Sur.
Como otrora lo hiciera George Washington, San Martín decidió dar por terminada su vida como hombre público, la causa de América estaba por encima de todo. Por ello, el 20 de septiembre de 1822 dejó constituido el Primer Congreso Constituyente del Perú y depositó en esa corporación el cargo con el que fue honrado.
Con su habitual grandeza y con la tranquilidad del justo sentenció ” La presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que tenga) es temible a los Estados que de nuevo se constituyen; por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano.
Sin embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo general de las cosas) dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo “.
¿Qué hizo San Martín cuando llego a Buenos Aires?
Desde allí se dirigieron a Londres para embarcarse hacia el Río de la Plata — San Martín lo hacía después de 28 años de ausencia— en la fragata George Canning, donde arribaron a Buenos Aires el 9 de marzo de 1812.
¿Qué objetivo tenía San Martín al volver al Río de la Plata?
Por más que la historia oficial redactada por Bartolomé Mitre se haya empeñado en presentarnos a un San Martín prescindente en las guerras civiles entre federales y unitarios, la realidad histórica, a cada paso, desmiente la monumental construcción intelectual del fundador del diario La Nación.
- Y es que San Martín siempre se consideró americano y, una vez dividido y arrasado el territorio nacional por las sangrientas disputas entre Buenos Aires y las provincias, no tuvo dudas al momento de asociar la causa de la libertad americana con la gesta del Partido Federal;
Por cierto que lo desgarraba la guerra intestina entre hermanos. Pero fue muy claro al momento de afirmar que quien mejor expresaba su idea sobre la construcción del nuevo orden era Juan Manuel de Rosas , o al calificar a la guerra del Paraná, iniciada con el legendario combate de Vuelta de Obligado, como “la segunda independencia argentina”.
- Del otro lado estaban los cipayos;
- Los agentes del orden imperial vendidos al oro inglés;
- Eran esos unitarios afincados en Buenos Aires, que querían que la provincia se convirtiera en metrópoli de sus hermanas;
Aquellos que planteaban la construcción de un orden basado en el privilegio, la exclusión y la concentración de la riqueza. Aquellos que, bajo un discurso liberal, en realidad propiciaban un futuro colonial para la Argentina. Habían sido, justamente, esos mismos unitarios los que lo habían declarado “traidor a la Patria” cuando se negó a renunciar a la campaña Libertadora de América del Sur para venir con sus ejércitos a aplastar la rebelión de las provincias litorales en 1820.
¿Qué querían esos paisanos? Simplemente ser tratados de manera digna, que su opinión fuese tenida en cuenta en el proceso de toma de decisiones. En síntesis, un orden auténticamente federal, opuesto al centralismo exacerbado de los unitarios porteños.
Esos unitarios habían urdido planes para asesinarlo, aunque fracasaron al momento de aplicarlos. Ellos mismos le habían impedido visitar a su mujer, Remedios de Escalada , en su lecho de agonía. Eran la crueldad personificada. El desprecio por la dignidad humana.
Por esa razón, cuando Manuel Dorrego asumió la gobernación de Buenos Aires, el 13 de agosto de 1827, el libertador comenzó a considerar su retorno a esa amada patria que era el motivo de sus desvelos a la distancia.
Después de mucho meditarlo, finalmente tomó la decisión. Y así fue que el 6 de febrero de 1829 llegó al Puerto de Buenos Aires, a bordo del buque “Contess of Chichester”. Sin embargo, no desembarcaría. Días atrás, en la escala de Río de Janeiro, el general había tomado conocimiento de la terrible noticia: un golpe de estado organizado por los unitarios, con Rivadavia como uno de sus principales instigadores, había depuesto y asesinado al gobernador Dorrego.
- El brazo ejecutor había sido uno de los antiguos oficiales del propio San Martín en el Ejército de los Andes: el general Juan Lavalle;
- Un hombre valeroso, sin dudas, pero escasamente reflexivo;
- A punto tal que, más adelante, en vista de las consecuencias que su propia conspiración había causado, los unitarios trataron de desentenderse del asunto, y denominaron a Lavalle “la espada sin cabeza”;
El arribo del general San Martín causó revuelo en Buenos Aires. Los unitarios, nuevamente al mando, aunque en precaria situación, desesperaron. Con su criminal proyecto habían reavivado la llama de la guerra civil en la Argentina. Y la presencia de San Martín , su enemigo más calificado, no les auguraba nada bueno.
Desde las páginas del periódico rivadaviano El Pampero, uno de los jefes de la sangrienta conspiración, Florencio Varela , no se animaba a descargar frontalmente sus cañones cargados de odio y resentimiento sobre el general.
Prefirió sembrar la sospecha sobre los verdaderos fines de San Martín , en un artículo titulado “Ambigüedades”: “En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín , sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil”.
- El gobernador de facto, Juan Lavalle , cada vez más aislado y abandonado por quienes lo habían utilizado como instrumento, decidió por su cuenta hacerle llegar a San Martín el ofrecimiento de convertirlo en presidente, para aplicar su prestigio a la pacificación de una situación que él mismo, con total irresponsabilidad, había hecho estallar;
En el barco fondeado en el Puerto de Buenos Aires, San Martín recibió la visita del coronel Manuel de Olazábal y el sargento mayor Pedro N. Alvarez de Condarco , ambos amigos y antiguos subordinados. Allí el general les comunicó su terrible decisión: había renunciado a desembarcar en territorio argentino.
Las luchas entre hermanos lo desesperaban. No estaba dispuesto a aceptar el poder de una espada manchada de sangre. Sólo aceptaría esa responsabilidad por delegación del pueblo argentino. “Yo supe en Río de Janeiro sobre la revolución encabezada por Lavalle y en Montevideo el fusilamiento de Dorrego -les comentó-.
Entonces me decidí venir y por nada desembarcar, atendiendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar a Europa. Mi sable no se desenvainará jamás en guerras civiles”. Olazábal , en sus memorias, apunta que el libertador había engordado y estaba canoso, pero que conservaba los ojos centelleantes que lo caracterizaban.
- En carta a su amigo Bernardo O’Higgins , San Martín daría una prueba más de su grandeza;
- Si bien la situación era inmejorable para tomar revancha sobre los unitarios que habían mancillado su honor y agraviado a sus más caros afectos, no estaba dispuesto a aprovecharla;
En esas circunstancias es cuando puede medirse la valía de alguien. “Los autores del movimiento del 1 de diciembre son Rivadavia y sus satélites -le anoticiaba a su entrañable amigo chileno-, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solamente a este país, sino al resto de América, con su conducta infernal.
Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre honrado y uno malvado”.
Entristecido y preocupado por el futuro de la patria, el general San Martín decidió retornar a su exilio europeo para nunca más volver. Sin embargo, ese dolor no le impediría seguir prestando sus servicios a la distancia hasta el día de su muerte. En este nuevo renunciamiento quedaría sellada su grandeza, su estatura moral frente a la miseria unitaria.
Sin caer en la soberbia a la que tan afectos eran sus enemigos, ya que, en sus propias palabras: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.
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¿Cuando volvió a Buenos Aires San Martín?
El 9 de Marzo de 1812 la marcha de la Independencia de las Provincias Unidas iba a cambiar definitivamente, ese día arribó a Buenos Aires la fragata ‘George Canning’ siendo uno de sus pasajeros el Teniente Coronel de Caballería José Francisco de San Martín.
¿Qué fue lo más importante que hizo San Martín?
José de San Martín había nacido el 25 de febrero de Yapeyú, en la provincia de Corrientes. Fue una figura clave para la concreción y la consolidación de la independencia política Argentina y contribuyó de manera decisiva en los procesos independentistas de Chile y del Perú.
Fue un hombre indispensable para la emancipación de los pueblos americanos. “En el último rincón de la Tierra en que me halle estaré pronto a luchar por la libertad”, dijo. “Necesitamos pensar en grande: si no lo hacemos, nosotros tendremos la culpa”, le escribió San Martín al diputado por Mendoza Tomás Godoy Cruz dos meses antes de la declaración de la Independencia, en mayo de 1816.
Habían transcurrido ya seis años desde la Revolución de Mayo “y los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen”, justificaba. Tenía claro en ese momento que debíamos ser libres para poder, así, empezar a ser libres del yugo español, un pueblo de hombres y mujeres libres y no uno de súbditos insurgentes.
- Un año después, en 1817, San Martín completaría una de las gestas más extraordinarias de la historia: el Cruce de los Andes;
- En pocos años, logró la liberación de Chile y preparó el ascenso hacia el Perú;
Luego de la histórica entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, en 1822, se puso a disposición y le entregó el mando de sus tropas al jefe militar venezolano, otro héroe de la emancipación americana. En ese gesto San Martín privilegió el bien común por sobre los personalismos para reforzar el movimiento independentista que vivía América.
¿Por qué se fue de Buenos Aires y luego regreso?
En 1816, luego de que el 9 de julio se declarase la Independecia, el Congreso volvió a designar a Belgrano como General en Jefe del Ejército del Norte, en reemplazo de José Rondeau, cargo que desempeñó durante tres años, hasta que tuvo que regresar a Buenos Aires por su estado de salud.
¿Cuáles fueron las causas del retorno de San Martín?
Fuente: Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín , Buenos Aires, Planeta, págs. 467-482. – San Martín decidió volver a la patria sin Mercedes, en compañía de su inseparable Eusebio Soto. Su amigo Miller se encargó de comprarle en Londres el pasaje, a nombre de “José Matorras” para eludir la vigilancia de los servicios de espionaje español y francés.
El Gran Jefe emprendía el regreso a su querida patria. El 21 de noviembre de 1828, San Martín y Eusebio Soto viajaron de Bruselas a Londres; de allí, seis horas en diligencia hasta la bellísima Canterbury, la ciudad de los célebres cuentos picarescos, para visitar al general Miller y su familia.
Tras unos días de largas charlas que le vinieron muy bien a Miller para avanzar en la escritura de sus memorias, los viajeros siguieron rumbo al puerto de Falmouth, en el sudeste de Inglaterra, para embarcarse con destino al Río de la Plata en el barco Countess of Chichester , que había iniciado los viajes del “paquete” (correo regular) cuatro años antes. Cuando el barco inglés hizo escala en Río de Janeiro, el 15 de enero de 1829, el Libertador pudo enterarse por la prensa local de una grave noticia que lo llenó de indignación y dolor y que lo haría meditar seriamente sobre la conveniencia de desembarcar en Buenos Aires: su antiguo oficial de Granaderos, Juan Lavalle, había derrocado, perseguido y hecho fusilar al coronel Manuel Dorrego, con lo cual la guerra civil recomenzaba en el país. La presencia de “José Matorras” en Río no pasó desapercibida. El encargado de negocios de Francia en el Brasil, monsieur Pontor, se apresuró a escribir a su jefe del Quai d’Orsay, el conde de La Ferronnay: “Un hecho saliente en las circunstancias presentes es la llegada inesperada del famoso general San Martín, que vivía retirado en Inglaterra después de varios años.
Llegó aquí en el último paquebote, bajo el nombre del señor San Martín. Guardó el incógnito y continuó inmediatamente su ruta para Buenos Aires. Algunas personas que lo conocen aseguran que su regreso no tiene ningún fin político y que reveses múltiples que ha sufrido su inmensa fortuna adquirida en la invasión del Perú son la sola causa.
El señor Tudor, encargado de negocios de los Estados Unidos, cree que podía tener propósitos sobre el Perú. Sea lo que fuere, lo cierto es que llega a Buenos Aires muy oportunamente y que en el estado de desorden y de anarquía en que se encuentra esta república es muy posible que sus pasados servicios y su reputación hagan pensar en él para ponerlo al frente de los negocios públicos”.
- 1 Monsieur Pontor no estaba muy informado sobre la vida de San Martín;
- Obviamente, no había viajado bajo su nombre verdadero, no vivía en Inglaterra sino en Bélgica y estaba muy lejos de perder una fortuna que nunca tuvo;
Pero la carta es interesante porque refleja el revuelo que comenzaba a levantar la llegada del Libertador al Río de la Plata y las expectativas políticas que despertaba. En la ciudad de la furia San Martín divisó la silueta de la ciudad de Buenos Aires desde la cubierta del barco.
Ya había decidido no desembarcar, una decisión dolorosa pero que él creía necesaria. No habría flores para Remedios, ni recorrida por aquellos lugares donde fueron fugazmente felices. Las prevenciones del general se vieron inmediatamente confirmadas por un artículo firmado por Florencio Varela, publicado por el diario rivadaviano El Pampero bajo el sugestivo título de “Ambigüedades”, en el que se decía: “En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo , que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil”.
2 El general permaneció en el buque a la espera de la partida hacia Montevideo. Cuando sus queridos amigos y compañeros, el coronel Manuel de Olazábal y el sargento mayor Pedro N. Álvarez de Condarco, llegaron al barco a visitarlo con una caja de duraznos como obsequio, San Martín les dijo: “Yo supe en Río de Janeiro sobre la revolución encabezada por Lavalle y en Montevideo el fusilamiento de Dorrego.
- Entonces me decidí venir hasta balizas, permanecer en el paquete, y por nada desembarcar, atendiendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar a Europa;
- Mi sable no se desenvainará jamás en guerras civiles”;
Así lo cuenta el propio Olazábal en sus memorias, quien también nos dice que había engordado y estaba canoso, pero que mantenía los ojos centelleantes de siempre. En la misma carta en que le solicitaba pasaportes para él y Eusebio, San Martín le decía al ministro de Gobierno de Lavalle, general José Miguel Díaz Vélez, 3 el 7 de febrero: “A los cinco años justos de mi separación del país he regresado a él con el firme propósito de concluir mis días en el retiro de una vida privada, mas para esto contaba con la tranquilidad completa que suponía debía gozar nuestro país, pues sin este requisito sabía muy bien que todo hombre que ha figurado en la revolución no podía prometérsela, por estricta que sea la neutralidad que quiera seguir en el choque de las opiniones.
- Así es que en vista del estado en que se encuentra nuestro país y por otra parte no perteneciendo ni debiendo pertenecer a ninguno de los partidos en cuestión, he resuelto para conseguir este objeto pasar a Montevideo, desde cuyo punto dirigiré mis votos por el pronto restablecimiento de la concordia”;
4 Los pasaportes fueron concedidos y todo Buenos Aires se enteró de que el general no desembarcaría y marcharía a Montevideo. El diario unitario El Tiempo , continuando la tradición rivadaviana, comenzaba su campaña contra San Martín en estos términos: “Llegar a Montevideo, no desembarcar allí, fondear en nuestros puertos y en el acto y sin saltar a tierra, pedir su pasaporte para regresar a aquella plaza, es una comportación que parecería inexplicable si no hubiera algunos datos por donde poderla juzgar, pero que El Tiempo no pretende indicar en manera alguna.
Baste decir que es imposible que el general San Martín llegara a nuestras balizas sin estar perfectamente impuesto de lo ocurrido en Buenos Aires desde el día 1° de diciembre; en el Janeiro se impondría de los principales sucesos y en Montevideo de todos sus pormenores y consecuencias del estado actual del país.
No nos parece por lo tanto que sean las circunstancias políticas de hoy consideradas en general las que hayan decidido al señor San Martín a regresar a Montevideo desde nuestros puertos sin siquiera desembarcarse. Él ha recibido a bordo muchas visitas de sus amigos; se habrá impuesto por consiguiente de que en el día de hoy no se sostiene otra lucha en Buenos Aires que la del orden contra la anarquía y tampoco ignorará que en este país no hay hombres precisos.
- De lo que acaso en su larga ausencia no haya tenido proporción de juzgar con exactitud;
- Deseamos que el general tenga un buen viaje y que se desvanezcan cuanto antes todos sus escrúpulos”;
- 5 Argentinos, derechos y humanos La campaña continuó y el 12 de febrero, aniversario de la batalla de Chacabuco, El Tiempo publicaba tramposamente en la sección correspondencia, una nota firmada por “unos argentinos “;
Creo de importancia transcribirla completa para que los lectores puedan apreciar la calaña de la prensa canalla de entonces. La rivadaviana nota decía: “Sabéis, General, que nuestra patria triunfante, mientras ha durado vuestra larga ausencia en la gloriosa lucha contra el emperador de Brasil, celebró una paz honrosa 6 y que por consecuencia de aquel memorable acontecimiento pocos meses ha, las bocas del Río de la Plata quedaron abiertas a la comunicación del mundo.
Ahora queremos hacer notar que es un capricho singular de nuestra fortuna, el que después de aquel período histórico seáis, vos, General, tal vez el guerrero más ilustre de la República Argentina, uno de los primeros que hayan visitado las aguas de nuestro río.
También es raro que cuando estábamos para alcanzar la dicha, de que permanecieseis entre nosotros hayáis encontrado el país indigno de habitarlo, y regreséis sin verlo. ¿Cómo podremos haceros arrepentir, General, de la idea de burlar nuestra esperanza? ¿Qué podremos ofrecer que os halague si no queréis ni ser compañero nuestro, ni nuestro guía, ni nuestro consejero? Viviendo con nosotros mil veces habréis podido tener ocasión de darnos ejemplos útiles y palpables de moderación y de paciencia; habríais intervenido alguna vez como árbitro en las contiendas domésticas o como consejero fiel en los conflictos comunes; en fin, habríais asistido como todos nosotros y cada uno con su propia ofrenda a los ministerios indispensables y sagrados de la patria, ya fuese que se quemara en sus altares el aroma y el incienso como en los días de júbilo, ya fuese que cerrados sus templos la discordia azotase las ciudades y los campos sacudiendo sus teas incendiarias como en los días de turbación.
Nos abandonáis, sin embargo, General; pero sin inquietarnos por los motivos que os induzcan a dar este paso, podemos manifestaros que la gratitud nos obliga a dejaros dueño de vuestro destino y que el cuidado de nuestra propia suerte nos impone la necesidad de armarnos del coraje sublime de habitar la patria a la que pertenecemos viviendo en ella lo mismo en los días en que el orden es sólido, y la unión perfecta y sincera que en aquellos en que jefes y partidos intratables manifestasen insaciables pasiones y principios que no debiesen dejar triunfar ¿Adónde iríamos huyendo de nuestra patria que la ignominia y el desdoro que publicásemos de ella no nos cortejasen también? ¿Cómo partir de las riberas del Río de la Plata gritando a todo el mundo que no hay en sus márgenes un solo punto habitable? Confesamos que esta resolución es imposible para nosotros.
Los que dejáis en el país, de cuyo estado parecéis asustado y temeroso, olvidándose de su propia flaqueza por acordarse solo de la dignidad de la patria, creed, que antes de imitar vuestro ejemplo, preferirán con orgullo perecer en la tormenta por no defraudarla voluntariamente en uno solo de sus hijos de cualquiera capacidad, cualquier talento que pudiese echar mano en las necesidades de su situación.
No olvidéis, cuando merezcamos el favor de un recuerdo, que a ningún hombre por grande que sea su mérito, le es permitido divorciarse con la patria y mucho menos si con pretensión orgullosa de lo que no os acusamos, general, pretende tener toda la razón de su parte, concediendo a su sola opinión todos los derechos de la verdad”.
7 Otros argentinos se sintieron dolidos por esta nota cobardemente anónima firmada por «unos argentinos» y lo hicieron público a través de la Gaceta Mercantil: ” El general San Martín tiene derechos especiales para que la historia le designe largas páginas y ellas sirvan de modelo para las generaciones venideras; mas entretanto corre ese largo período, nosotros los presentes, recordaremos con respeto los días gloriosos que su época nos dio; quisiéramos que su conducta ulterior aunque en nuestra opinión es arreglada, no hubiese servido de pretexto para que los titulados Argentinos, en consonancia con El Tiempo , olvidando todas las consideraciones y lo que es más, la celebridad del día en que tuvo su origen la república chilena por la batalla de Chacabuco, rompan los diques de la moderación y arrojen el viento de sus tenaces pasiones sobre la sombra de un hombre cuyo rango y opinión está suficientemente justificado ante el mundo todo.
- Para llenar este deber su barómetro serán los hechos y decididos servicios de este general para llevar la libertad en triunfo hasta el Pichincha, su política liberal y filosofía para guardar un silencio sepulcral en medio de los combates de sus enemigos, garantido de su conciencia justificada; principio poderoso para esperar su conservación en la vida privada que ha adoptado con mortificación de sus enemigos implacables, concluyendo con recordar a estos que si ellos, el día consagrado al aniversario de la batalla de Chacabuco, primero de la existencia de la república chilena, han empleado su pluma para denigrar el carácter del fundador de ella, eso mismo y la justificación de la injusticia de sus alevosos tiros derrama esta breve contestación de un jefe del Ejército Libertador, al mando del general San Martín” 8;
El general San Martín conocía perfectamente a esos “argentinos” que firmaban la nota de El Tiempo, a los que les había dedicado un párrafo notable en la carta dirigida a su amigo O’Higgins, que citamos más arriba. Su gran amigo, Tomás Guido, le escribía: “Mucha satisfacción me ha dado el saber que usted llegó felizmente a Montevideo y que está fuera de contacto de las pasioncillas que aquí se agitan.
[…] Hay otro negocio sobre el cual gustaría saber la resolución de usted prontamente, si no hay sistema en ocultarlo; tal es: si usted se resuelve pasar o no al Perú. Quizá considere usted impertinente esta pregunta; no lo es, si usted se persuade de que el interés de América y simpatías indelebles por usted me mueven a esta averiguación.
Estoy informado de que usted ha sido llamado por el general La Mar y que se le han acordado a usted sus honores y sueldos; creo también que su presencia en Lima contribuiría decididamente a que se pagasen los haberes vencidos; pero no son esos intereses los que yo quiero saber si a usted lo llevarán a aquel país; es, en una palabra, y bajo la reserva de que usted sabe soy capaz, si usted se decidirá a tomar parte activa en la suerte del Perú, comprometido hoy en una guerra justa y con muy pocos hombres que lo presidan.
- […] Buenos Aires continúa marchando bajo el mismo sistema que en diciembre; se aceleran los preparativos para una fuerte expedición contra los gobernadores de las provincias interiores;
- Hoy sin embargo se asegura que el general Rivera ha ofrecido mediar entre las partes beligerantes para evitar la guerra civil”;
San Martín en Montevideo En Montevideo fue recibido por el jefe del naciente Estado, el general Rondeau, 9 quien le ofreció alojarse en su residencia oficial. San Martín agradeció la hospitalidad pero prefirió alquilar una habitación en la posada Fonda de Carreras.
La fonda estaba ubicada en el centro de la ciudad, en la Plaza Matriz; tenía dos pisos. En la planta baja estaban el café y el salón comedor y en la alta, la posada con habitaciones a la calle. Pero ante la insistencia de varios amigos, se mudó el 19 de febrero a la finca El Saladero, de Gabriel Pereira, en el actual parque Battle y Ordóñez.
En aquellos primeros días en Montevideo, el general recorrió la ciudad en compañía de su inseparable Eusebio y pudo visitar al coronel Eugenio Garzón, ministro de Guerra del Uruguay. Le contó de su recorrida y le aconsejó que demoliera las murallas de la ciudad-puerto porque iban a contener la expansión urbanística de la ciudad y porque como elemento de defensa habían quedado arcaicas e inútiles frente a la artillería de las nuevas naves de guerra europeas.
10 También se hizo tiempo para responder a la honorable invitación a asistir como espectador a las sesiones de la Asamblea Legislativa en las que se debatía la carta orgánica del Uruguay. En una cena se pudo reencontrar con su cuñado Manuel Escalada.
El general leía por las mañanas, antes de partir a su habitual recorrida por la ciudad, las noticias de Buenos Aires. Así pudo enterarse de que, acusados de encabezar un intento de golpe contra Lavalle, habían sido deportados algunos miembros del federalismo porteño como Juan José y Tomás de Anchorena y Tomás de Iriarte, entre otros.
Al llegar a Montevideo todos ellos quisieron ver al Libertador y contarle su versión de los hechos, pero el general no olvidaba el desprecio de Anchorena por el plan del Inca y su desinterés absoluto por la ayuda requerida por su enviado Gutiérrez de la Fuente; ni la colaboración activa de Iriarte en las campañas difamatorias de Alvear.
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Uno de los recién llegados, el coronel Garzón, pensaba proponerle que se pusiera a la cabeza de una invasión a Buenos Aires para deponer a Lavalle y fusilarlo. 11 En una carta a O’Higgins fechada 13 de abril de 1829, San Martín le contaba que Lavalle había enviado a dos delegados, el coronel Trolé y Juan Andrés Gelly, para ofrecerle el mando de la provincia y dejaba muy en claro por qué no había aceptado el ofrecimiento del asesino de Dorrego: “El objeto de Lavalle era el que yo me encargase del mando del ejército y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir, por mi parte y por la de los demás gobernadores, a los autores del movimiento del 1° de diciembre; pero usted conocerá que en el estado de exaltación a que han llegado los partidos en cuestión, sin que quede otro arbitrio que el exterminio de uno de ellos.
Por otra parte, los autores del movimiento del 1° son Rivadavia y sus satélites, a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solo a este país, sino al resto de la América, con su infernal conducta; si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado”.
A quienes les pueda parecer parcial la inculpación a Rivadavia que hace San Martín por el asesinato de Dorrego, les va a ayudar leer este oficio reservado, dirigido al Foreign Office por el representante británico en Buenos Aires, Mr. Woodbine Parish, insospechable de ser partidario de Dorrego, donde señalaba: “He oído decir, sin embargo, que no hay duda de que el general Lavalle fue instigado a realizar ese acto por los partidos de Buenos Aires y me han asegurado que su muerte fue bien conocida en la ciudad por el señor Agüero, antiguo principal ministro de Rivadavia, la misma noche de su ejecución.
Es difícil al presente hablar positivamente sobre este tema, pero está muy generalizada la creencia que muchos de los miembros del viejo gobierno de Rivadavia y sus íntimos partidarios tuvieron una reunión secreta no bien recibieron las primeras nuevas de que el gobernador había sido hecho prisionero y despacharon un mensajero a Lavalle con el resultado de sus opiniones para que supiese qué debía hacer.
Muchas circunstancias prueban este hecho de un modo indudable y lo hace aún más creíble el que los hombres de ese partido eran conocidos como los primeros autores de la revolución”. 12 En diálogo franco con el capitán Manuel Pueyrredón, San Martín ratificó su decisión de rechazar la propuesta de Lavalle de descargar sobre sus espaldas el desastre armado por él mismo y sus “asesores” rivadavianos: “Yo no podía aceptar sus ofertas porque José de San Martín poco importa, pero el general San Martín da mucho peso a la balanza y tú sabes que he sido el enemigo de las revoluciones, que no podía ir a ponerme el servicio de una de ellas.
- Cuando Bolívar fue al Perú, yo tenía ocho mil hombres, podía sostenerme, arrojarlo; pero era preciso dar el escándalo de una guerra civil entre dos hombres que trabajaban por la misma causa y preferí resignar el mando”;
Finalmente, dada la importancia de la oferta y del contexto en que se hacía, San Martín se dirige directamente a Lavalle, pasando por encima de los intermediarios, y aprovecha para darle un consejo que su ex subordinado lamentablemente no escuchará: “Sin otro derecho que el de haber sido su compañero de armas, permítame usted, General, le haga una sola reflexión, a saber: que aunque los hombres en general juzguen de lo pasado según su verdadera justicia, y de lo presente, según sus intereses, en la situación en que usted se halla, una sola víctima que pueda economizar a su país le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda en que se halle usted empeñado; porque esta situación no depende de los demás sino de uno mismo”.
- 13 El camino hacia el exilio definitivo Habían pasado tres meses desde su llegada a Montevideo, días intensos de ofertas de poder, de ataques furibundos, de galantes recepciones y profundas meditaciones antes de emprender el regreso, que el general intuía definitivo, a Europa;
El día de su partida del Río de la Plata, le escribía al oriental Fructuoso Rivera: “Dos son las principales causas que me han decidido a privarme del consuelo de por ahora estar en mi patria: la primera, no mandar; la segunda, la convicción de no poder habitar mi país, como particular, en tiempos de convulsión, sin mezclarme en divisiones […].
- Mi carácter no es propio para el desempeño de ningún mando político […] y habiendo figurado en nuestra revolución, siempre seré un foco en que los partidos creerán encontrar un apoyo […];
- Firme e inalterable en mi resolución de no mandar jamás, mi presencia en el país es embarazosa;
Si este cree, algún día, que como soldado le puedo ser útil en una guerra extranjera (nunca contra mis compatriotas), yo le serviré con la lealtad que siempre lo he hecho” 14. Una carta para la historia San Martín se tomó su tiempo para contestar a su “lancero amado” con esta carta memorable fechada en Montevideo el 3 de abril de 1829, cuya completa lectura es más que aconsejable: “El estado de mis intereses, es decir la depresión del papel moneda en Buenos Aires no me permitían vivir por más tiempo en Europa; con los réditos de mi finca, los que alcanzaban a cerca de seis mil pesos, pero que puestos en el Continente quedaban reducidos a menos de mil quinientos, me resolví a regresar al país con el objeto de pasar en Mendoza los dos años que juzgaba necesarios para la conclusión de la educación de mi hija y a agitar por la mayor inmediación el cobro no del todo, pero sí de alguna parte de mi pensión del Perú, pues yo no contaba ni podía contar con sueldo alguno de mi país, y al mismo tiempo haciendo el ensayo de si con los cinco años de ausencia y una vida retirada podía desimpresionar a lo general de mis conciudadanos que toda mi ambición estaba reducida a vivir y morir tranquilamente en el seno de mi patria.
Todos estos planes han sido frustrados por las ocurrencias del día. Pasemos ahora al punto capital, es decir, el de mi regreso a Europa. Las agitaciones de 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido y más que todo, las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen clamar a lo general de los hombres que ven sus fortunas al borde del precipicio, y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre, no por un cambio en los principios que nos rigen y que en mi opinión es donde está el mal, sino por un gobierno vigoroso, en una palabra militar; porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra […].
Ahora bien, partiendo del principio que es absolutamente necesario el que desaparezca uno de los partidos contendientes, por ser incompatible la presencia de ambos con la tranquilidad pública, ¿será posible, sea yo el escogido para ser el verdugo de mis conciudadanos, y cual otro Sila, 15 cubra mi patria de proscripciones? No, jamás, jamás , mil veces preferiría correr y envolverme en los males que la amenazan que ser yo instrumento de tamaños horrores; por otra parte, después del carácter sanguinario con que se han pronunciado los partidos, no me sería permitido por el que quedase victorioso, usar de una clemencia necesaria y me vería obligado a ser agente del furor de pasiones exaltadas que no consultan otro principio que el de la venganza.
Mi amigo, veamos claro, la situación de nuestro país es tal, que al hombre que lo mande no le queda otra alternativa que la de apoyarse sobre una fracción o renunciar al mando; esto último es lo que hago.
Muchos años hace que usted me conoce con inmediación, y le consta que nunca he suscrito a ningún partido, y que mis operaciones y resultados de estas han sido hijas de mi escasa razón y del consejo amistoso de mis amigos ; no faltará quien diga que la patria tiene derecho a exigir de sus hijos todo género de sacrificios, esto tiene sus límites; a ella, se le debe sacrificar la vida e intereses, pero no el honor.
[…] Si sentimientos menos nobles que los que poseo a favor de nuestro suelo fuesen el Norte que me dirigiesen, yo aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico, pero desgraciado pueblo, como lo han hecho unos cuantos demagogos que, con sus locas teorías, lo han precipitado en los males que lo afligen y dándole el pernicioso ejemplo de perseguir a los hombres de bien, sin reparar a los medios.
Después de lo que llevo expuesto, ¿cuál será el partido que me resta? Es preciso convenir que mi presencia en el país en estas circunstancias, lejos de ser útil no haría otra cosa que ser embarazosa, para los unos y objeto de continua desconfianza para los otros, de esperanzas que deben ser frustradas; para mí, de disgustos continuados ” 16.
Y cerraba reiterando la frase que ya había estampado en su renuncia como Protector del Perú: “La presencia de un militar afortunado es temible a los Estados que de nuevo se constituyen”. Agregaba el general una posdata significativa: “Si no fuese a usted, Goyo Gómez u O’Higgins, con quienes tengo lo que se llama una sincera amistad y que conocen mi carácter, yo no me aventuraría a escribir a nadie con la franqueza que lo he hecho, pues se creería un exceso de orgullo”.
17 Cuenta Tomás de Iriarte en sus memorias que acompañó a San Martín hasta el barco que lo conduciría al exilio definitivo: “El general San Martín se embarcó para Europa; lo acompañé al paquete hasta el momento de hacerse este a la vela. […] San Martín me aconsejó que en el momento que cayese Lavalle y su partido no debíamos perder tiempo en regresar a Buenos Aires a fin de tomar una parte activa en los negocios, y perseguir con tesón al círculo británico hasta anularlo.
Balcarce, Martínez y yo habíamos, colectiva e individualmente, hecho los mayores esfuerzos para que el general San Martín esperase el término de la guerra, cuyo fin y resultado se veía ya próximo, para pasar a Buenos Aires aponerse al frente de los negocios públicos.
Pero San Martín nos opuso constantemente la más incontrastable resistencia: nos dijo que deseaba vivir y morir en el país, porque encontraba un gran vacío en Europa, que le repugnaban las costumbres de etiqueta, los hábitos que estaban en oposición con su carácter franco de soldado, pero que había resuelto expatriarse y no volver al país, mientras asomase la guerra civil y la anarquía”.