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CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso?

CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso
La Historia Social nace bajo el gobierno de la llamada ‘revolución libertadora’, ‘en el contexto de la modernización intelectual posterior a 1955 ‘, según la opinión de Luis Alberto Romero1.

¿Cuándo nace la historia social?

Orígenes de la historia social – Cabe señalar que la historia social es una disciplina relativamente reciente. Y es que su origen se remonta a finales del siglo XIX, de la mano de la Escuela de Annales (Francia) y Past and Present (Reino Unido). Así pues, la rama social de la historia surgió como una respuesta a la historia política, abordando la vida cotidiana de los hombres de a pie frente a los acontecimientos protagonizados por las élites políticas y la nobleza.

¿Cuándo surge la historiografia en argentina?

Dardo Corvalán Mendilaharsu – Dardo Corvalán Mendilaharsu (1888-1959), abogado, enrolado en la Unión Cívica Radical, amigo y funcionario de Hipólito Yrigoyen, comenzó a publicar artículos en revistas a partir de la década de 1910 en las que muestra una actitud crítica respecto de la obra de historiadores que, como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, predominaban en el estudio de la disciplina de la época a través de sus obras.

Si bien se manifestaba contrario a que las pasiones embanderadas de protagonistas y descendientes enturbiasen el análisis crítico, lo cierto es que en sus trabajos se muestra enrolado en una línea de culto de sus ascendientes: el general Manuel Corvalán, primer edecán de Juan Manuel de Rosas era su bisabuelo y Vicente Corvalán, comisario general de contaduría del ejército en operaciones de Manuel Oribe fue su abuelo.

En esos trabajos, en los que la base documental es casi exclusivamente la proveniente del archivo familiar de su abuelo, sigue una línea favorable no solamente a los citados antepasados sino también a amigos de ellos que habrían sido calumniados por los antirrosistas, como el coronel Granada y el fusilado coronel Costa.

Varios de sus trabajos realizados en la década de 1920 fueron publicados reunidos en dos libros, Sombra histórica (1923) y Rosas (1929), y culminan casi invariablemente, en la justificación, exculpación o reivindicación de Rosas y de su época. Como excepción uno de los ensayos vindica a Juan Bautista Alberdi y otro es un comentario sarcástico de la obra de teatro La divisa punzó, de Paul Groussac a propósito de una frase despectiva hacia su bisabuelo colocada en el texto en boca de Rosas.

Si bien Corvalán Mendilaharsu pondera las obras de Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, sus trabajos tienen dos características que los diferencian de aquellas: en primer lugar, su tono agresivo y en segundo término que muestran la intención de dirigirse a un público más amplio –critica lo que considera un estilo demasiado erudito de aquellas- al que pretende convencer de su posición respecto de la figura de Rosas.

En este sentido, no centra tanto sus dardos en las obras de historiadores –a excepción de López y ocasionalmente, de Mitre- sino en la de panfletistas como José Rivera Indarte o novelistas como José Mármol, Dice el historiador Fernando Devoto que en esos trabajos: sorprende no sólo la cita casi exclusiva de historiadores decimonónicos sino que la apelación constante al “método crítico” va acompañada de una total ausencia de referencias hacia los autores europeos o argentinos emblemáticos del mismo (el único citado, una vez, es Rómulo D.

Carbia y también del uso de la retórica clásica de la erudición, las notas al pie de página o la bibliografía, quizás por los propósitos de divulgación antes aludidos.En general, Corvalán, con una estrategia abogadil, procura presentar todo tipo de argumentos a favor de Rosas.” ​ La figura de Rosas en la visión de Corvalán Mendilaharsu en sus trabajos no es la de un caudillo populista o popular, sino que resalta el apoyo recibido de la gente principal y además lo presenta como, sobre todo, un republicano austero, en coincidencia al respecto con Quesada y Saldías.

Una de las diferencias de Corvalán con otros historiadores es que dedica gran espacio a referirse a opiniones de prestigiosos liberales antirrosistas cuando de ellas extrae conclusiones que se oponen a las predominantes en dicha corriente. Su fuente principal, no obstante ello, sigue siendo Saldías y es de señalar sus reiteradas referencias a la donación de su sable por San Martín a Rosas.

Fernando Devoto señala que en su larga trayectoria posterior —a las que describe pasando de posiciones más rupturistas a otras más ambiguas— se lo encuentra a Corvalán colaborando por una parte en la Historia de la Nación Argentina impulsada por la Academia Nacional de Historia dirigida por Ricardo Levene en cuyo volumen IV publicó su trabajo muy citado Los símbolos patrios y escribiendo notas en El Hogar, La Nación y La Prensa, aunque paralelamente presidiera desde mediados de la década de 1930 la Junta Pro repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y se incorporase al Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas,

  • También fue de extracción radical Ricardo Caballero, que con un discurso en el Senado Nacional en defensa del caudillo federal Ángel Vicente Peñaloza, fue de los primeros de esa corriente en inscribirse en el Revisionismo.
  • En 1925 apareció la Historia de la historiografía argentina de Rómulo Carbia, el iniciador del revisionismo hispanocatólico.

Más tarde publicó Historia de la leyenda negra hispanoamericana y La nueva historia del descubrimiento de América,

¿Qué es la historia social argentina?

La asignatura Historia Social Argentina es una propuesta de trabajo que surge de la labor de un equipo docente que integra sus tareas de investigación con la docencia universitaria. Esta última se desarrolla en las clases teóricas, en los trabajos prácticos y en las actividades de extensión.

¿Cuáles son las corrientes historiográficas de argentina?

En el tratamiento de la historia argentina pueden distinguirse a grosso modo cuatro grandes corrientes historiográficas: la Liberal u Oficial, la Revisionista, la Liberal de Izquierda y la Historia Social.

¿Dónde y cuándo nace la historia?

¿Cuándo empezó la historia? Se toma como fecha de inicio de la historia la de la aparición de la escritura, cuando el hombre pudo poner por primera vez sus ideas e impresiones por escrito. Esto ocurrió en Sumer, antigua región de la baja Mesopotamia (cerca del Golfo Pérsico), a fines del cuarto milenio a.C, hace más de 5000 años.

¿En qué etapas se divide la historia? La historia se divide en edades a partir de hechos muy importantes que trajeron aparejados grandes cambios. La primera es la Edad Antigua y transcurre entre la aparición de la escritura hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C., con el triunfo de las tropas germánicas al mando de Odoacro.

Este hecho da inicio a la Edad Media, que se prolonga hasta la caída del Imperio Romano de Oriente (Bizancio) en manos de los turcos en 1453. Aquí comienza la Edad Moderna, que concluye con la Revolución Francesa de 1789. Con la Revolución se inicia la Edad Contemporánea, que es la que todavía estamos viviendo, aunque algunos historiadores dicen que a partir del bombardeo atómico a la ciudad de Hiroshima (6 de agosto de 1945) se inició la Era Nuclear.

¿Por qué al año 2001 le corresponde el siglo XXI? En el siglo VI un viejo monje griego, Dionisio el Pequeño, que vivía en Roma, propuso dividir la historia a partir del nacimiento de Jesús. El siglo I de la era cristiana comienza el 1º de enero del año 1 y termina el 31 de diciembre del año 100. De igual modo, el siglo XXI comenzó el 1º de enero del año 2001 y terminará el 31 de diciembre del año 2100.

¿Quiénes escriben la historia? Los historiadores, basándose en diferentes elementos a los denominamos fuentes. Hay fuentes escritas, como documentos, cartas, libros; fuentes orales, como las historias y relatos que se fueron transmitiendo de generación en generación, como las cosas que te cuentan tus abuelos y tus papás sobre cómo era nuestro país en otros tiempos; arqueológicas, como monumentos, objetos antiguos, que nos pueden dar datos valiosísimos sobre civilizaciones extinguidas.

  • A partir del estudio y la comparación de las distintas fuentes y del trabajo de investigadores anteriores, los historiadores van armando la narración histórica.
  • Podés encontrar a veces sobre un mismo hecho versiones distintas.
  • Esto tiene que ver con que cada historiador puede darle una interpretación distinta a los hechos de la historia.

Esto lejos de hacerla dudosa, la enriquece porque nos ayuda a pensar de diferentes formas sobre un mismo acontecimiento. ¿Para qué sirve la historia? La historia sirve para muchas cosas. En primer lugar, para conocer el pasado, para saber de dónde venimos.

Esto es lo que nos va a permitir saber adónde vamos. En segundo lugar, nos ayuda a entender lo que nos está pasando ahora, porque el presente es el resultado de nuestro pasado. En tercer lugar, nos sirve para no volver a cometer los mismos errores que se cometieron en el pasado y para recordar (del latín re-cordi = volver a pasar por el corazón) las situaciones buenas y malas que fueron formando la cultura, la forma de ser, la historia de nuestro país.

Ese pasado no ha muerto; permanece presente en el mundo que nos rodea; nos pertenece a todos y, por lo tanto, tenemos todo el derecho de conocerlo. Fuente: : ¿Cuándo empezó la historia?

¿Quién es el padre de la historia social?

Heródoto
Nacimiento c.484 a.C. Halicarnaso, Caria, Anatolia
Fallecimiento c.425 a.C. (59 años) Turios, Calabria o Pella, Macedonia
Residencia Halicarnaso, Samos y Turios
Información profesional

¿Cómo se inicia la historia Argentina?

Historia de la Argentina
Historia de la Argentina
desde los primeros habitantes a la actualidad
Historia precolombina de Argentina
Poblamiento inicial y paleolítico
Culturas agroalfareras
Indígenas
Argentina parte del Imperio español
Descubrimiento y conquista de la Argentina
Gobernación del Tucumán
Gobernación del Río de la Plata
Corregimiento de Cuyo
Virreinato del Río de la Plata
Formación del Estado argentino
Independencia
Autonomías provinciales
Organización Nacional
Argentina moderna
República conservadora
Primeras presidencias radicales
La «Década Infame»
Argentina contemporánea
Peronismo y antiperonismo
Durante el apogeo de la Guerra Fría
Recuperación de la democracia y globalización
Kirchnerismo y macrismo
Ubicación de la Argentina (incluyendo a las Islas Malvinas, la Antártida Argentina y otros territorios reclamados) en América del Sur, y situación comparativa en un planisferio,

La historia de la Argentina es la cronología de sucesos desde el comienzo del primigenio poblamiento humano en el actual territorio de la República Argentina hasta nuestra propia actualidad. Se inicia con los vestigios más antiguos de seres humanos en suelo argentino, detectados en el extremo sur de la Patagonia, que datan de hace unos 13 000 años.

Las primeras civilizaciones agroalfareras se establecieron en el noroeste andino desde el siglo XVIII a.C. La historia escrita de lo que es la Argentina comenzó con los registros del cronista alemán Ulrico Schmidl en la expedición de Juan Díaz de Solís en 1516 al Río de la Plata, hecho que anticipa la dominación española que se impondría en parte de esta región.

En 1776 la corona española creó el Virreinato del Río de la Plata, entidad aglutinadora de territorios a partir de la cual, con la Revolución de Mayo de 1810, comenzaría un proceso gradual de formación de varios Estados autónomos —llamados provincias — o independientes, entre ellos el que llevó el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata,

  1. Con la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816 y la derrota militar del Imperio español en 1824 se formalizó la existencia soberana,
  2. En 1833 el Imperio británico tomó posesión de las Islas Malvinas que entonces era una comandancia militar de las Provincias Unidas, cuya devolución ha reclamado la Argentina desde entonces.

Tras un prolongado período de guerras civiles, entre 1853 y 1860 se aprobó una república federal con el nombre de República Argentina. Mediante guerras contra los pueblos mapuche, tehuelche, ranquel, wichi y qom, conocidas como Conquista del Desierto y Conquista del Chaco, la República Argentina tomó posesión de las llanuras chaqueña y pampeana y de la Patagonia oriental, conformando su territorio actual, el octavo más extenso del mundo.

  1. Entre 1862 y 1930 transcurrió un largo período de estabilidad constitucional, en el que debido a una gran ola migratoria proveniente sobre todo de Italia y España, la población argentina creció cinco veces más rápido que la del mundo.
  2. La implantación del sufragio universal para varones en 1912, completado con el reconocimiento del derecho al sufragio a las mujeres en 1951, dio origen a una serie de gobiernos electos por el voto popular, que se alternaron en el poder partir de 1930 con dictaduras militares, gobiernos fraudulentos y gobiernos de legitimidad limitada debido a las proscripciones políticas.

Luego de la derrota en 1982 en la guerra de las Malvinas contra el Reino Unido, la última dictadura colapsó, siendo sus integrantes enjuiciados por graves crímenes de lesa humanidad, En 1983 se inició un extenso período de democracia que continúa en la actualidad, sucediéndose desde entonces nueve presidentes pertenecientes a tres partidos: Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández,

¿Quién fue el primer historiador de Argentina?

Juan Álvarez (historiador)

Juan Álvarez
1 de junio de 1935-30 de abril de 1947
Predecesor Horacio Rodríguez Larreta
Sucesor Carlos Gabriel Delfino
Información personal

¿Cuándo fue descubierto Argentina?

Historia de la Argentina
Argentina parte del Imperio Español
1516 – 1810
Historia precolombina de Argentina
Poblamiento inicial y paleolítico
Culturas agroalfareras
Indígenas
Argentina parte del Imperio español
Descubrimiento y conquista de la Argentina
Gobernación del Tucumán
Gobernación del Río de la Plata
Corregimiento de Cuyo
Virreinato del Río de la Plata
Formación del Estado argentino
Independencia
Autonomías provinciales
Organización Nacional
Argentina moderna
República conservadora
Primeras presidencias radicales
La «Década Infame»
Argentina contemporánea
Peronismo y antiperonismo
Durante el apogeo de la Guerra Fría
Recuperación de la democracia y globalización
Kirchnerismo y macrismo
Portada del poema La Argentina y conquista del Río de la Plata de 1602 en que por primera vez se menciona el nombre de la futura nación.

Planisferio de Cantino (1502), muestra la Línea de Tordesillas con la que se dividió el mundo en 1494. Sería aproximadamente el meridiano 60 en medidas actuales. En su extremo inferior izquierdo puede verse en blanco la zona (aún ignota por entonces) en la que se encontraba el actual territorio argentino.

La conquista y colonización española de Argentina refiere al período entre el siglo XVI y principios del siglo XIX en el cual una parte del actual territorio de la Argentina fue conquistado y colonizado por el Imperio español, En este período aparece por primera vez la expresión Argentina (país de la plata) para denominar un área sin límites definidos que se extendía del Río de la Plata hacia el noroeste.

El período incluye también la llegada por primera vez de españoles a varias zonas del actual territorio argentino, momento en el cual en muchos casos adoptaron el nombre con el que los pueblos indígenas ya denominaban a esa región y en otros las designaron con nombres nuevos.

La época colonial en la Argentina se suele dividir en tres períodos: el descubrimiento y conquista, durante el cual se llevaron a cabo las exploraciones del territorio y la fundación de las ciudades mayores; el período de las gobernaciones, durante el cual los asentamientos españoles lucharon contra las poblaciones indígenas y trataron de consolidarse, registrando pocos cambios territoriales y económicos; y el período virreinal que se extiende hasta la Revolución de Mayo de 1810, en la cual fue expulsado el virrey español y nombrada una junta de autogobierno,

La guerra de Independencia Argentina ya se cita usualmente como parte de la historia de la Argentina, Los europeos llegaron por primera vez al actual territorio argentino en 1516, con la expedición de Juan Díaz de Solís por el Río de la Plata. Posteriormente la expedición de Fernando de Magallanes en 1520 fondeó sus naves en la Bahía de San Julián, hoy provincia de Santa Cruz,

El fuerte Sancti Spiritus fue el primer asentamiento europeo, instalado en 1527 a orillas del río Paraná. La primera exploración del noroeste y centro del país fue la entrada de Diego de Rojas en 1543. Las ciudades de Asunción (1537), ​ Santiago del Estero (1553), Córdoba (1573) y Buenos Aires (1536/1580) fueron las bases del establecimiento colonial que se impuso en la mitad norte del actual territorio argentino, sujeto a la autoridad de la Corona Española (la Gobernación del Río de la Plata ).

El Imperio español fundó varias ciudades e impuso un dominio colonial sobre la población que habitaba una serie de regiones que se corresponden aproximadamente con las catorce provincias que se confederaron en 1860 para formar la República Argentina.

Sobre el final del período colonial el Imperio español creó el Virreinato del Río de la Plata, que incluía a las catorce provincias mencionadas y los territorios de las actuales repúblicas de Bolivia, Paraguay y Uruguay, Debido a la bula del Papa Pablo III Sublimis Deus de 1537, se declaró a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos.

​ ​ En el Imperio español la unidad social se concebía a través de la unidad de la fe de la Iglesia católica, En el primer siglo de la colonización, el Imperio español conquistó aproximadamente un tercio del actual territorio argentino, sometiendo a los pueblos originarios que lo habitaban y produciendo una catástrofe demográfica, razón por la cual los conquistadores europeos introdujeron esclavos secuestrados en el África negra,

En el siglo XVII se establecieron las misiones jesuíticas guaraníes, comunidades misionales fundados por la Compañía de Jesús entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar y evitar la esclavización de los indígenas de las actuales provincias de Misiones, Corrientes y parte del Paraguay y Brasil,

Cumplieron con éxito su tarea, hasta que en el año 1768, el rey español Carlos III ordenó expulsar a los jesuitas, Una gran parte del territorio actual de la Argentina y de los pueblos indígenas que lo habitaban no estuvo bajo el dominio colonial de España, principalmente las regiones chaqueña —incluyendo partes de Santiago Del Estero, y Santa Fe — permanecieron bajo dominio de indígenas de los grupos wichi, guaycurú y vilelas, mientras que la mayor parte de la pampeana, a excepción de partes de la Pampa húmeda, patagónica permaneció bajo dominio tehuelche, puelche y, posteriormente, mapuche,

  • Entre 1560 y 1667, los señoríos diaguitas mantuvieron una larga resistencia conocida como las guerras calchaquíes en el actual noroeste argentino, antes de ser completamente absorbidos por la población criolla,
  • Durante la mayor parte del período colonial, el territorio argentino fue parte del Virreinato del Perú, hasta que en 1776 el rey Carlos III de España creó con parte de su territorio el Virreinato del Río de la Plata,

La ciudad de Buenos Aires fue designada como su capital por su creciente importancia como centro comercial y con la idea de resistir mejor a un eventual ataque portugués, así como también para tener un acceso más fácil a España a través de la navegación atlántica.

​ En el siglo XVIII la multiplicación natural del ganado vacuno y equino cimarrón en las llanuras pampeana, de la Banda Oriental del Río de la Plata y del sur de Brasil, provocó la aparición de un tipo especial de campesino independiente a caballo llamado gaucho —en el caso de los varones— y china —en el caso de las mujeres.

Los gauchos desarrollaron una cultura de características propias, adhirieron y lucharían en la guerra de la Independencia y enfrentaron a los estancieros para garantizar su derecho al acceso al ganado y la tierra, hasta ser vencidos en la segunda mitad del siglo XIX,

  1. Esta riqueza en ganado salvaje también llevó a la aparición de indígenas de tradición ecuestre en el Chaco, la Pampa y la Patagonia, que entablaron una dinámica de lucha intermitente por los recursos ganaderos con la población española y criolla,
  2. Hasta mediados del siglo XIX, gran parte de la Patagonia y las Pampas permanecieron bajo el control de diferentes pueblos indígenas: principalmente, chonks y luego también los mapuches en la Patagonia y ranqueles en la llanura pampeana hasta el último cuarto del siglo XIX.

Asimismo, los territorios de gran parte de la región chaqueña no fueron colonizados por los europeos, exceptuando partes de Santiago Del Estero y Santa Fe, sino que permanecieron habitados por pueblos autóctonos como los qoms, moqoits (mocovís o, mocovíes), pilagás, vilelas, lules y wichis hasta principios del siglo XX.

¿Cómo es la situación social en Argentina?

Artículos Las huellas de los noventa en la sociedad argentina. Trayectorias, identidades e incertidumbres desde la inestabilidad laboral The Traces of the 1990s on Argentinean Society. Trajectories, Identities and Uncertainty Caused by the Job Insecurity María Cristina Bayón* * Doctora en Sociología por la Universidad de Texas, en Austin. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, Tel.:(55) 56 22 74 00, ext.309; fax: 56 22 74 17, correo electrónico: [email protected] >. Líneas de investigación: trabajo, ciudadanía y procesos de exclusión social. Recibido: 6 de septiembre de 2004. Aceptado: 26 de abril de 2005. Resumen Este artículo aborda los efectos excluyentes y disruptivos del modelo económico puesto en marcha durante la década de los noventa, el cual ha dejado profundas huellas en la estructura social argentina. Se explora la articulación de procesos macrosociales y micro-transformaciones a través del análisis de las principales tendencias y expresiones de la inseguridad laboral y el deterioro social, su impacto sobre las trayectorias individuales, el bienestar de los hogares y las dinámicas familiares, así como las percepciones de los sujetos sobre estos procesos y sus perspectivas de mejoramiento futuro. Finalmente, se plantea la necesidad de repensar los mecanismos y referentes de la protección social desde una perspectiva integral e incluyente capaz de responder a una nueva estructura de riesgos sociales. Palabras clave: inseguridad laboral, precariedad, acumulación de desventajas, incertidumbre, desprotección, perspectivas de futuro. Abstract This article deals with the exclusive, disruptive effects of the economic model implemented during the 1990s, which has had a profound effect on the Argentinean social structure. It explores the links between macrosocial processes and microtransformations through the analysis of the main tendencies and expressions of the job insecurity and social deterioration, their impact on individual trajectories, the wellbeing of households and family dynamics and the perceptions of those involved in these processes and their perspectives for improvement in the future. The article ends by raising the need to rethink the mechanisms and referents of social protection from an integral, inclusive perspective capable of responding to a new structure of social risks. Keywords: job insecurity, precariousness, accumulation of disadvantages, uncertainty, lack of protection, future perspectives. INTRODUCCIÓN Para los sectores más desfavorecidos —particularmente en lo que a la disponibilidad de diversos tipos de “capital” se refiere— el nuevo escenario económico se ha traducido en un doble proceso de exclusión. Junto a la imposibilidad de acceder a las “oportunidades” que los procesos en marcha ofrecen (nuevos patrones de intercambio, producción de nuevos bienes, desarrollo de nuevas habilidades, nuevas técnicas de producción, etcétera) y al ensanchamiento de las brechas entre ganadores y perdedores como resultado de un nuevo sistema de premios y castigos, se experimenta un progresivo debilitamiento de los anteriores mecanismos de supervivencia económica y obtención de ingresos. En otros términos, la posibilidad de “ganarse la vida” trabajando, al menos de manera continuada, es cada vez más incierta. La ausencia de mecanismos de protección adecuados a una nueva estructura de riesgos sociales, junto al debilitamiento de los anteriores sistemas de protección centrados en el empleo estable y formal —en un contexto en el que éste ha dejado de ser la “norma”—, conduce de manera progresiva al entrampa-miento en situaciones de desventaja donde desempleo, precariedad y pobreza se retroalimentan y refuerzan mutuamente.1 El potencial integrador del trabajo se erosiona y la incertidumbre que surge de la inseguridad laboral “impregna” múltiples dimensiones de la vida individual, familiar y colectiva: afecta el bienestar material y psicológico del individuo y del hogar, debilita las fuentes identitarias y de pertenencia social previas, produce un progresivo encogimiento de las redes sociales, erosiona las perspectivas de mejoramiento futuro, redefine la dinámica familiar e introduce nuevas fuentes de tensión en el hogar. Sin embargo, los impactos y las formas en que estos procesos se experimentan y enfrentan, así como sus efectos disruptivos distan de ser homogéneos. El mercado de trabajo, el papel del Estado en la provisión de bienestar, los previos niveles de vida y las oportunidades y constreñimientos que proveen los espacios locales, se articulan con las trayectorias individuales en las que el origen social, las experiencias laborales y familiares, la edad, el género, la estructura del hogar y la etapa del ciclo de vida familiar, entre otros elementos, dan cuenta de la complejidad y heterogeneidad que caracteriza a las situaciones de precariedad social en el nuevo escenario socioeconómico. La multidimensionalidad de estos procesos y sus impactos diferenciados plantean la necesidad de ensayar nuevos abordajes, más complejos y dinámicos, que permitan captar las especificidades que adquieren las “nuevas” y “viejas” vulnerabilidades sociales en contextos particulares. Este artículo explora la articulación de macroprocesos y microtransformaciones experimentados durante un periodo que ha dejado marcadas sus huellas en la sociedad argentina: la década de los noventa. Este periodo marcó un profundo quiebre con el pasado, un antes y un después en la historia del país y en las historias individuales que aquí se presentan. Difícilmente pueden comprenderse la crisis que hizo eclosión a fines de 2001, los alcances de la recuperación económica experimentada en el periodo más reciente y los dilemas y desafíos que plantea el tránsito hacia una sociedad más equitativa, solidaria e incluyente, si no se dimensiona en toda su magnitud el deterioro social que experimentó el país durante la última década del siglo XX. Esta adquiere particular relevancia para comprender la profundidad de los efectos excluyentes y disruptivos del modelo económico neoliberal, que hizo de la Argentina de los noventa un caso paradigmático por la ortodoxia y celeridad con que dicho modelo fue aplicado. En la primera sección se exploran las principales expresiones del deterioro social en términos de desigualdad, pobreza y empleo, cuya resultante fue la emergencia de una estructura social altamente desigual y segmentada, con niveles de privación y precariedad laboral inéditos en la historia del país. Esta sección no pretende presentar un análisis exhaustivo del mercado laboral, la evolución de la pobreza o las políticas sociales aplicadas durante la década de los noventa, sino caracterizar el “escenario”, el contexto social en el que se desarrollan las trayectorias, experiencias y percepciones individuales que constituyen el eje articulador del presente artículo. Las siguientes secciones, a través del análisis cualitativo, se concentran en las dimensiones subjetivas de la “experiencia” del deterioro social y la inseguridad laboral.2 A tal fin se analizan los impactos del desempleo y la precariedad laboral en las trayectorias individuales de trabajadores y trabajadoras con diversos perfiles y experiencias laborales. Se explora cómo las trayectorias previas, el género, la edad, la distribución y la concepción acerca de los roles familiares, la etapa del ciclo de vida familiar, entre otros elementos, imprimen un sello particular a la experiencia de la inseguridad laboral. En la siguiente sección, el análisis de las percepciones acerca del futuro intenta dar cuenta de cómo la marcada erosión de las certezas anteriores en términos de empleo y movilidad social, bloquea la posibilidad de concebir el futuro más allá de los límites inmediatos. Si bien dichas percepciones y el fuerte pesimismo que denotan están permeadas por el contexto de recesión económica por el que atravesó el país durante los últimos años de la década pasada e inicios de la actual, al mismo tiempo dan cuenta de procesos de más largo alcance, ligados a la reducción de los horizontes temporales que surgen de la creciente incertidumbre que caracteriza al escenario laboral. Finalmente, se destaca que la creciente discontinuidad e inestabilidad de las trayectorias laborales individuales en un contexto de alta desigualdad, segmentación social y pobreza, plantean la necesidad de repensar los referentes y mecanismos tradicionales de provisión de bienestar desde una perspectiva de ciudadanía orientada a reducir la reproducción de desigualdades y a prevenir el entrampamiento en situaciones de desventaja durante el curso de vida. EL ESCENARIO: DETERIORO SOCIAL E INSEGURIDAD LABORAL EN LOS AÑOS NOVENTA Argentina, que hasta mediados de los años setenta ocupó una posición privilegiada en la región por sus bajos niveles de desigualdad, pobreza y subutilización laboral, la extensión de su sistema de educación pública, la mayor formalidad de su mercado de trabajo, la existencia de dinámicos canales de movilidad social y de una extensa clase media, constituye el país de América Latina que ha sufrido la más profunda transformación de su estructura social en los últimos treinta años.3 Si bien el proceso de deterioro social inicia a mediados de los años setenta, en el marco del agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, 4 fue durante la década de los noventa, con el establecimiento de una nueva estrategia de crecimiento económico basada en la convertibilidad de la moneda, la reducción del déficit fiscal, la apertura y la desregulación económicas, y un extenso plan de privatizaciones, cuando se cambiaron radicalmente las reglas de juego del modelo anterior. La nueva estrategia alteró tanto el papel asignado al Estado en el área social como el funcionamiento del mercado de trabajo, introduciendo una creciente vulnerabilidad en las condiciones de vida y de empleo de amplios sectores de la población. El persistente deterioro de los niveles de bienestar, el acelerado incremento de la desigualdad y la polarización social, el desempleo, el aumento generalizado de la inseguridad laboral y la mayor incidencia de la pobreza y la indigencia, lejos de representar fenómenos residuales o cíclicos, pasaron a constituirse en rasgos permanentes de la estructura social, difícilmente reversibles en el corto plazo. La recesión iniciada en 1998 y la dramática crisis económica que estalló en diciembre de 2001 cuando se dio por culminada una larga década de convertibilidad y tuvo lugar una fuerte devaluación cambiaria, en una clima de alta conflictividad social e inestabilidad política, exacerbaron las tendencias previas y los impactos sobre el empleo y las condiciones de vida de la población alcanzaron niveles alarmantes.5 En septiembre de 2002 los ingresos reales no sólo eran 30% inferiores a los de un año atrás, sino que el valor real de las remuneraciones medias de los asalariados registró su nivel más bajo desde 1940 (Beccaria et al., 2003). La recuperación económica experimentada a partir de 2003, cuando asume un nuevo gobierno elegido democráticamente, se ha traducido en una progresiva reducción de los niveles de pobreza y desempleo; sin embargo, su incidencia continúa siendo muy profunda en amplios segmentos de la población.6 El cuadro 1 muestra las principales expresiones del deterioro laboral durante los años noventa, el cual ciertamente no se limitó al dramático incremento del desempleo, sino que fue acompañado por una creciente precarización del trabajo asalariado y las menores oportunidades de autogeneración de empleo, procesos que se reforzaron mutuamente, con particular énfasis desde mediados de la década.7 Las reformas en el área social y laboral fueron el correlato del ajuste en el área económica (Cortés y Marshall, 1999). El abandono de los objetivos de universalidad en la provisión de servicios sociales y la flexibibilización del mercado de trabajo exacerbaron la precariedad laboral y las inequidades sociales, contribuyendo a su cristalización en una estructura social crecientemente segmentada. Las limitaciones presupuestarias y la focalización restringida a los pobres estructurales, dejaron sin protección a los sectores medios empobrecidos que pasaron a engrosar las filas de los “perdedores” en el nuevo modelo económico. La cobertura del seguro de desempleo, aprobado en 1991 —limitado sólo a ciertos segmentos del empleo formal— nunca superó 6% de los trabajadores desocupados. Las escasas redes de contención social privilegiaron los programas públicos de empleo orientados a los sectores de menores ingresos, cuyos bajos montos operaron como mecanismo de “autofocalización” y se orientaron básicamente a contener la conflictividad social resultante de los altos niveles de pobreza y desempleo, particularmente a partir de 1997. Considerados conjuntamente seguro de desempleo y planes de empleo —básicamente el plan Trabajar— hacia fines de los años noventa, menos de 15% de los trabajadores desocupados contaba con algún tipo de protección por parte del Estado.8 Si bien el deterioro del mercado de trabajo se extendió al conjunto de las categorías de ocupaciones y niveles educativos, afectó con mayor intensidad a los grupos más desfavorecidos en términos de educación y calificación, los cuales quedaron confinados a los empleos más precarios del mercado de trabajo y a su alternancia con recurrentes periodos de desempleo.9 Mientras que los asalariados formales mantuvieron, en promedio, el grado de rotación que registraban hacia fines de los años ochenta, los segmentos más desprotegidos del mercado de trabajo lo incrementaron, haciéndose aún más inestables (Beccaria y Maurizio, 2004). La proporción de personas que permanecieron continuamente ocupadas a lo largo de un año cayó de 90.4% a 76.6% entre 1991 y 2000, siendo los más afectados los asalariados no registrados en la seguridad social, los trabajadores de menor escolaridad y calificación, y los trabajadores por cuenta propia (Bayón y Saraví, 2002). El subempleo 10 duplicó su participación en la Población Económicamente Activa (PEA) entre 1990 y 2000 de 8.3% a 15.1%, y acompañó la contracción del empleo de tiempo completo aun en periodos de rápido crecimiento económico.11 Éste ha constituido, junto al desempleo, uno de los principales mecanismos de ajuste del mercado de trabajo, y una de las expresiones más evidentes del deterioro laboral en términos de ingresos y desprotección social.12 El sector informal —especialmente el empleo por cuenta propia— demostró una menor capacidad de “amortiguación” que en la década de los ochenta, incrementando la vulnerabilidad a la exclusión del mercado de trabajo de amplios contingentes de trabajadores, básicamente aquellos de mediana edad y bajos niveles educativos. La disminución de pequeños comercios (ante la expansión de grandes cadenas comerciales, sobre todo supermercados), la reducción de las oportunidades de empleo en ciertos servicios (como los de reparación, frente al mayor acceso al crédito para adquirir bienes de consumo durables a principios de los años noventa) y la masiva entrada de bienes importados (particularmente en el sector textil y del vestido), no sólo disminuyeron las oportunidades para la generación de actividades por cuenta propia sino que, a diferencia de lo ocurrido en las décadas previas, los autoempleados pasaron a constituir el segmento peor remunerado de la fuerza de trabajo.13 La inseguridad laboral aumentó para todos los ocupados. Sin embargo, la precarización fue mayor para los hombres, quienes en el periodo previo habían gozado de importantes niveles de estabilidad laboral. El desempleo creció más rápido entre las mujeres, mientras que el empleo asalariado desprotegido se incrementó con mayor intensidad entre los hombres (véase cuadro 1 ). El desempleo femenino fue principalmente el resultado del aumento de la presión por ingresar al mercado de trabajo, mientras que entre los hombres el aumento de la desocupación se explica básicamente por la pérdida de empleos entre quienes ya estaban ocupados.14 La pérdida de beneficios sociales aparece como uno de los signos más evidentes de la degradación de las condiciones de empleo luego de un periodo de desempleo: el análisis de panel revela que entre octubre de 1999 y octubre de 2000, tres de cada cuatro trabajadores asalariados que contaban con beneficios sociales en su ocupación previa, perdieron estos beneficios al reingresar al mercado de trabajo (EPH-INDEC). El profundo deterioro de las condiciones de empleo entre los jefes de hogar, en un contexto de extendida desprotección social y progresivo encogimiento de las oportunidades brindadas por el mercado de trabajo, es una de las expresiones más severas de la precariedad social. Como se observa en el cuadro 1, entre los jefes el empleo asalariado protegido disminuyó de 55.5% a 46.9% entre 1990 y 2000, mientras que la incidencia del empleo sin beneficios sociales aumentó de 14.6% a 21.3%, el empleo por cuenta propia se redujo de 25.5% a 20.7% y el desempleo se incrementó de 4.4% a 11.8% durante el mismo periodo. Si bien el incremento del número de miembros del hogar en el mercado de trabajo constituyó la “estrategia” más extendida para enfrentar el deterioro del empleo y la discontinuidad de los ingresos, la “disponibilidad” de miembros en edad de trabajar de ninguna manera garantiza su inserción laboral, como lo demuestra el marcado incremento del desempleo entre los trabajadores secundarios, particularmente entre las esposas, donde éste aumentó casi cuatro veces durante la década ( cuadro 1 ).15 La posesión de credenciales educativas ha desempeñado un papel decisivo en las posibilidades de acceder a los —cada vez más escasos— “buenos” empleos. El aumento de los niveles educativos de la población activa —donde destaca el acelerado aumento del grupo con educación terciaria— en un contexto de marcado deterioro del empleo, condujo no sólo a la devaluación educativa, sino a la creciente exclusión de los sectores con menor educación, cuyas oportunidades de empleo se vieron fuertemente reducidas. El incremento de los años “promedio” de educación entre la población de 25 a 65 años —de 9.5 a 10.1 años entre 1992 y 2001— fue acompañado de un marcada inequidad en su distribución: mientras que en el 20% más pobre los niveles educativos no sólo no se incrementaron sino que incluso se redujeron —de 7.5 a 7.3 años—, en el 20% más rico aumentaron de 12.2 a 13.4 años, ahondando la brecha educativa entre ambos extremos de 4.7 a 6.1 años (World Bank, 2003). El debilitamiento de la ventaja comparativa de la educación secundaria para obtener un empleo se evidencia en el cuadro 1, donde se observa que la incidencia del desempleo y el empleo precario en este grupo es cada vez más cercana a la de los niveles educativos inferiores, distanciándose de manera creciente del nivel universitario.16 La acumulación de desventajas en los hogares más desfavorecidos en términos de ingresos y niveles educativos, se evidencia en el deterioro de su participación en el mercado de trabajo durante la última década ( cuadro 1 ). Entre los jefes de hogares pobres es mayor la incidencia del desempleo —19.4% versus 4.7% en los no pobres—; menor la tasa de ocupación —60.1% versus 68.7%—, en particular la de tiempo completo —48.8% versus 68.7%—, y menores niveles educativos —70% sólo cuenta con primaria, y sólo 3% con universitaria versus 39.3% y 25% respectivamente en los hogares no pobres— (Damill et al., 2002). A los problemas de ingresos bajos e inestables, se suma la ausencia de cobertura social: en aquellos hogares en que el jefe no logró completar el nivel secundario, la presencia de asalariados registrados se redujo de 58.8% en 1991 a 45.2% en 2001, mientras que en los hogares encabezados por jefes con educación secundaria o más dicha reducción fue mucho menor, pasando de 79.4% a 74% en el mismo periodo (Beccaria et al., 2003). Luego de haber caracterizado las principales expresiones y tendencias del persistente deterioro que experimentaron vastos sectores de la sociedad argentina durante la década de los noventa, a continuación se analiza la dimensión subjetiva del mismo en los inicios del nuevo siglo. LA PRECARIEDAD COMO DESTINO El progresivo entrampamiento en una “espiral de precariedad” (Paugam, 1995) caracterizada por la alternancia de empleos precarios, bajos salarios y recurrentes periodos de desempleo, o lo que algunos autores denominan low pay-no pay cycle, 17 aparece como un elemento recurrente en las historias laborales de los entrevistados durante el periodo reciente. La trayectoria de Juan —36 años, educación secundaria y padre de dos hijos— luego de la pérdida de su empleo en 1993 como cajero en el ferrocarril, donde había trabajado durante 14 años, ilustra cómo la pérdida de un empleo estable se constituye en un punto de quiebre decisivo en la trayectoria laboral, en el primer escalón de un proceso de caída social difícilmente reversible. al principio yo elegía: “esto no, y aquello tampoco”, ya después cuando veía que no conseguía nada empecé a agarrar cualquier cosa El 94 me parece que era, más o menos, cada vez más difícil. Estuve como ocho meses sin laburo, ya me empecé a desesperar, y fue cuando después enganché en la autopista Buenos Aires-La Plata ahí entré como cajero también, “peajista” le dicen ellos. Ahí estuve un año y dos meses tuve una agarrada muy grande con el supervisor y a la otra noche estaba despedido Después de eso, ahí nomás, al toquecito, conseguí trabajo en una de vigilancia, que es un palo que te digo nunca más lo hago, porque te comés de todo Fueron seis, casi ocho meses. Bueno, el último trabajo que tuve te vas a reír: estuve trabajando como extra de cine Y era el año 98 creo Después de eso hace dos años, dos años y pico que estoy parado Y después nada. Ya después cada vez es más difícil, cada vez más difícil, más difícil, Se instala entonces como “normal” la figura del precario de que nos habla Gorz (1998:63): el que ya “trabaja”, ya no “trabaja”, ejerce de manera discontinua múltiples oficios, de los cuales ninguno es un oficio, no tiene profesión identificable y tiene como profesión el no tenerla; no puede identificarse con su trabajo, sino que considera como su “verdadera” actividad aquella por el ejercicio de la cual se esfuerza en las intermitencias de su “trabajo” remunerado. Entre los trabajadores menos calificados, la precariedad emerge no sólo como el destino, sino como la manifestación de un déficit de lugares ocupables en la estructura social (Castel, 1997), que se potencia en contextos de creciente desigualdad y segmentación social. (Cuando me echaron de la fábrica) hace seis años, aguanté un año haciendo changas, 18 estuve trabajando en un hostal en una casa de fiestas, lavaba copas Y ahí estuve como un año, o sea que nunca me quedé quieto, siempre buscaba, buscaba, pero nunca me pude enganchar en nada efectivo Después de eso compré el carro y ahora vivo con el carro salgo a cirujear 19 por la calle pero ahora también está flojo en el carro, hay muchos, ¡¡¡somos muchos!!! Cada vez somos más se ve más la miseria ahora que antes Hasta la policía te jode ahora Te paran, y te dicen: no, no podés trabajar acá porque ¿viste que hay mucha custodia ahora en los barrios? Te corren. Otros roban, te corren a vos. Te vas a querer cuidar coches, te corren los policías porque no se puede. O sea, ellos mismos están haciendo que en la sociedad sean todos sinvergüenzas Acá los pibes andan robando por ahí (José, 37 años, cinco hijos, educación primaria). Si bien el nivel secundario completo, o el equivalente de 12 años de educación, constituye una plataforma mínima necesaria, la misma es cada vez más insuficiente ante la creciente relevancia de la segmentación de la calidad de la educación recibida: ya no alcanzan los años de escolaridad como pasaporte para el ingreso a los modernos puestos de trabajo, y la “contraseña” tiende a ser el origen de la credencial educativa y el capital social familiar (Filmus y Miranda, 1999). En este contexto, el valor atribuido a la educación secundaria, como señala Urresti (2000), está en una suerte de doble vínculo: por un lado no sirve para nada, pero por el otro sirve para todo; en sí misma no tiene valor pues no da garantías de empleo ni de ascenso social, pero tiene el valor de ser un medio necesario de acceso a algo superior. Es que es diferente (con el secundario) encarás las cosas de una manera diferente porque por lo menos tenés un título y podés llegar a tener otra perdiz u otro chivo, así sin el título ni de repositor en un supermercado (Santiago, 29 años, repartidor en una pizzería, primaria completa). No hay a dónde ir a buscar trabajo, si no tenés un estudio secundario o una profesión no hay a dónde ir a buscar, porque fábricas no hay más, si entrás a trabajar de limpieza te toman por temporadas (Flavia, 25 años, secundaria incompleta, beneficiaria del Plan de Emergencia Laboral). ¿por qué discriminan?, ¿por qué tantas vueltas para conseguir un trabajo?, porque antes no era así, antes no se fijaban en la edad y si no tenías estudios pero ellos te precisaban te tomaban ahí no más ahora hay muchos requisitos (Orlando, 44 años, primaria incompleta, ex operario en una fábrica de cerámica). Como lo demuestra el papel de la creciente homogeneidad social de las escuelas en la reproducción de privilegios y desventajas, la desigual distribución de oportunidades educativas y la exclusión social aparecen fuertemente ligadas (Barry, 1998; Reimers, 2000). No se trata sólo de un problema de acceso, sino de profundas disparidades en aquellos niveles educativos que son clave para la movilidad social. INESTABILIDAD LABORAL: IDENTIDAD, GÉNERO Y DINÁMICAS FAMILIARES Las dificultades financieras derivadas del desempleo y la inestabilidad laboral del jefe de hogar son particularmente severas durante las primeras etapas del ciclo familiar, cuando las posibilidades de incrementar el número de perceptores son mucho más limitadas, lo que introduce múltiples fuentes de conflicto que afectan seriamente la estabilidad de las relaciones familiares. ahora por ejemplo estos días que yo estoy sin trabajo una semana, dos semanas, me vuelvo loco, yo mismo me vuelvo loco, y ella me pide algo y yo reacciono mal porque estoy constantemente nervioso Peleamos porque no hay plata Ella me dice que busque trabajo salgo a buscar y no encuentro Dos veces nos separamos después nos arreglamos yo trabajaba, todo bien, andábamos bien. Después me quedé sin trabajo de vuelta y chau (Pablo, 29 años, tres hijos, primaria completa). Cuando la concepción del hombre como principal proveedor del hogar está fuertemente internalizada, la inseguridad laboral y la consecuente incertidumbre respecto a la percepción de ingresos es percibida como un “fracaso” para cumplir con las responsabilidades familiares, erosionando la identidad masculina. O sea, porque el tema es no sentirte útil para nada. Se te llegan a cruzar ideas como de o sea, para un tipo tan estructurado con el tema del laburo, tan independiente en lo económico como había sido yo, se te llegan a cruzar ideas de pegarte un tiro en la cabeza, que no servís más para nada; no podés mantener a tu hija, a tu esposa, matate, más o menos mirá, yo digo que yo no soy machista, pero creo que ahí te pinta el machismo, ¿no?, el que tengo que mantener a mi familia, no puedo (Andrés, 25 años, una hija, secundaria incompleta). El carácter temporal de gran parte de los “arreglos” domésticos tiende a reflejar la fuerte intermitencia que caracteriza la participación laboral de los diferentes miembros del hogar. Frente a la inestabilidad laboral del esposo (o padre en el caso de las solteras), los ingresos de las mujeres se transforman en una contribución esencial y a veces única fuente de ingreso familiar. Sin embargo, y consistente con los hallazgos de otras investigaciones en sectores de bajos ingresos (Jordan et al., 1992), muchas mujeres tienden a definirse principalmente en términos de sus roles domésticos y sólo condicionalmente como trabajadoras, aun cuando se transforman en las principales proveedores del hogar. El empleo de las mujeres casadas en el mercado de trabajo no necesariamente resulta en hogares con dos perceptores. Son cada vez más frecuentes las situaciones en que ambos cónyuges desempeñan de manera alternada el rol de perceptor principal. Y dejé porque como ya qué sé yo, él me dice que deje, si él estaba trabajando bien, qué se yo, bueno, dejé, un año habré dejado, después seguí porque a él después le iba mal en el trabajo, ya casi no alcanzaba la plata, y lo que pasa es que se notaba, ¿viste? Siempre quería yo algo para la casa y viste que siempre falta Trabajaba en distintas casas, no era firme siempre y bueno, ese trabajo de mi marido era por contrato, se terminó, y entonces después empecé yo a trabajar otra vez (Carmen, 28 años, dos hijos, servicio doméstico, primaria completa). Si bien la inestabilidad laboral del esposo constituye un fuerte determinante en su decisión de incorporarse al mercado de trabajo, la concepción generalizada de la mujer como “trabajadora secundaria”, con una orientación básicamente instrumental hacia el empleo, tiende a ocultar la complejidad de sus historias laborales y de sus orientaciones hacia el trabajo y el hogar. La mayor parte de la literatura sobre la experiencia del desempleo ha tenido un sesgo fuertemente masculino, bajo el supuesto de que la pérdida de empleo es menos problemática para las mujeres. Según esta perspectiva, su rol doméstico constituye una fuente alternativa de identidad, y los ingresos del hombre como principal proveedor del hogar una fuente alternativa de soporte económico. En contraste, recientes investigaciones resaltan la ausencia de evidencias empíricas que demuestren el carácter “menos” problemático del desempleo femenino, el cual dista de ser una experiencia homogénea, sobre todo cuando se toman en cuenta —entre otras variables—, orígenes sociales, niveles educativos, condiciones de empleo, etapa del ciclo de vida y el profundo reordenamiento de roles familiares que la inestabilidad laboral plantea a la tradicional división del trabajo doméstico.20 Para aquellas mujeres con una permanencia más estable en el mercado de trabajo, el desempleo tiene impactos tan disruptivos como el de sus contrapartes masculinas. Cuando en el ’95 me quedé sin trabajo me asusté muchísimo porque de tener dos sueldos y uno, el más importante era el mío Me vino toda una depresión muy profunda porque dije: Dios mío, ¡¡¡nos vamos a morir de hambre!!! Me empecé a sentir cada vez peor, terminé viendo Indiscreciones en la televisión como una estúpida Incluso hasta empecé a tener cambios en la personalidad, porque llegaba mi marido y yo era me sentía tan agradecida de que él me mantenía, que faltaba que ¿viste? tipo geisha, que le saque los zapatos y le ponga las chinelas Sentís como que ya no pertenecés a la sociedad, que no sos nada, que no servís para nada (Nora, 52 años, maestra y empleada administrativa en una empresa petroquímica durante 10 años, luego vendedora por cuenta propia, actualmente desempleada). Cuando el trabajo profesional ha representado la fuente básica de la constitución identitaria, el desempleo supone un fuerte shock en términos de identidad personal, estatus y pertenencia social, particularmente entre quienes perdieron sus empleos alrededor de los cuarenta años. estaba idiota, no me hallaba era sentirse bastante frustrado me sigo sintiendo un poco frustrado, es decir, más que nada la cosa de identidad, ya no soy marino mercante ¿y ahora qué soy? Es decir, generalmente pongo electricista pero, no, no es lo que, no es mi gran aspiración llegar a ser electricista Mi caso es que me desapareció la tabla y ya me estaba cansando de flotar a pulso, ese es el asunto Tratar el esfuerzo de mantenerte pese a no contar con esa tabla de donde agarrarte ya estaba llegando al punto de que me estaba hundiendo, me estaba cansando y me estaba acalambrando, siempre algo que ver con el agua (Ernesto, 50 años, marino mercante, changas de electricidad). Como señala Senett (2000), para los trabajadores mayores los prejuicios en contra de la edad —asociada a “rigidez”— envían un mensaje potente: a medida que se acumula la experiencia de una persona, pierde valor; la experiencia acumulada cede frente a la capacidad inmediata. es lo mismo que te peguen un tiro en el medio de la cabeza, porque vos vas con todas las pilas y te dice un chico de 25 años: “usted no sirve para el trabajo porque es viejo”, y te matan (Luis, 49 años, secundaria completa, ex empleado administrativo). A agencias de trabajo en Capital fui a todas si para un empleo se presentan 500 personas todas con títulos universitarios de veintipico de años y no consiguen, ¡qué voy a conseguir yo que tengo 41! Ya estoy decrépita, yo ya no sirvo (Celina, secundaria incompleta, 41 años, ex empleada en un supermercado). EL FUTURO: INCERTIDUMBRE E INDEFENSIÓN La creciente incertidumbre que caracteriza al actual escenario no sólo afecta el bienestar de los hogares, sino sus perspectivas de futuro mejoramiento. El empleo deja de constituir la base sobre la cual construir un proyecto de vida. El sentido del futuro se invierte: ya no es el tiempo de la gratificación postergada, de la “carrera”, del progreso profesional en el que, si se trabaja largo y duro, se puede confiar en mejorar la propia condición. El futuro se constituye en algo aleatorio, en el que todo parece inseguro en todo momento. Estar en la inseguridad permanente es no poder ni dominar el presente ni anticipar positivamente el porvenir.21 Yo todos los días que me levanto de dormir digo: ojalá que hoy pueda conseguir algo, pero no puedo, no se puede, cada vez es más difícil, es más difícil la situación. Yo creo que en este momento es tratar de sobrevivir y de conseguir qué se yo comer todos los días y nada más. No es como antes que vos te ibas a trabajar, trabajabas tranquilo, sabías que al mes ibas y cobrabas y tenías que comprar algo para tus chicos y no tenías que andar rasguñando para nada (Anselmo, 43 años, tres hijos, changas de carga y descarga, primaria completa). A eso no te acostumbrás nunca, porque a vos si te falta el trabajo nunca te vas a acostumbrar. Uno siempre quiere más, uno quiere progresar en la vida, nadie, nadie se va a quedar con una silla y una mesa y nada más, viste, vos siempre querés más Pero te digo, hay días que vos te levantás y no tenés trabajo y pensás: “¿a dónde puedo ir?, ¿qué puedo hacer?, ¿mañana qué vamos a comer?” (Agustín, 39 años, cuatro hijos, changas de construcción, primaria completa). Si bien la inseguridad laboral se ha transformado en la gran proveedora de incertidumbre para la mayoría de los miembros de la sociedad, algunas categorías sociales están particularmente mal equipadas para jugar el juego del cambio, de la movilidad, de la adaptación permanente, del reciclaje incesante (Castel, 2004). La incertidumbre respecto al futuro acompaña las escasas o nulas expectativas de mejoramiento en términos intergeneracionales. En los sectores de menores ingresos, los padres temen por la exclusión de sus hijos del mercado de trabajo, y éstos ni siquiera confían en sus posibilidades de acceder a los mínimos niveles de bienestar logrados por sus padres. No sé, no creo que mis hijos tengan mejores posibilidades que yo. Cuando yo tenía la edad de ellos tenía más posibilidades, tuve mejores posibilidades que ellos, y ellos no la tienen ahora Porque vos salías de un trabajo y encontrabas uno al lado, y te pagaban mejor y al otro mejor, y así y ahora no (Ricardo, 43 años, siete hijos, changas de construcción). yo creo que estoy peor que mis viejos Y porque ellos trabajaron y bueno, se pudieron comprar lo de ellos. Cuando nosotros fuimos más grandes ayudamos a terminar la casa porque vivíamos en una prefabricada también que había hecho mi papá y ahora ellos tienen su casa de material y Creo que ahora es más difícil. Porque hay menos trabajo y yo estoy sola y ellos siempre estuvieron juntos una casa de material yo la pienso, pero no sé si la voy a poder hacer (Alejandra, 34 años, separada, dos hijos, servicio doméstico, secundaria incompleta). Pienso que si tengo un trabajo voy a estar siempre entre los tres meses o seis meses y después ya no tenés trabajo No, eso no va a cambiar. No, no para mí (Laura, 24 años, un hijo, ex operaria en una fábrica de alimentos, secundaria incompleta). El desasosiego de la ausencia de futuro, de la imposibilidad de programar y dominar el porvenir ante un escenario crecientemente inestable y cambiante, aparece como particularmente dramático en los sectores de la empobrecida clase media, para quienes las previas certezas en términos de movilidad social se han desvanecido, y la inseguridad parece permear todos los espacios. Yo pienso que no va para mejor, va para peor y las circunstancias los indicadores son esos, que la cosa va para peor, porque cada vez hay más violencia, cada vez hay más robos, cada vez hay menos empleo y más gente desocupada, cada vez las exigencias son más grandes Aparte yo no quisiera quisiera sentirme útil es la preocupación, que no le encontrás la salida, ese es el tema no le encontrás la salida porque ¿qué vas a hacer? ¿Vas a poner un quiosco? ¿Una remisería? ¿A vender a quién? ¿A exponerte? ¿Te vas a ir a vivir al campo? Yo quiero que mis hijos sigan estudiando si no tienen un estudio directamente universitario no sé que va a pasar. Porque yo no quisiera que mis hijos terminen en un trabajo de 350 pesos, tampoco quiero ser yo una sobrecarga el día de mañana para ellos (Graciela, 39 años, tres hijos, maestra de yoga y estudiante de trabajo social). La creatividad social, propia de la “sociedad del riesgo ” (Beck, 1998), no es fácilmente practicable en un contexto en el que, para amplios segmentos sociales, la incertidumbre, más que espacio de oportunidades, aparece como sinónimo de indefensión. CONCLUSIONES Los procesos de restructuración y las políticas de ajuste aplicados durante los años noventa han dejado profundas huellas en la estructura social. Argentina es hoy una sociedad mucho más desigual, polarizada, segmentada y excluyente, con más pobres y empobrecidos, desocupados, precarios y precarizados que hace una década. Las brechas sociales han aumentado y los espacios de “encuentro” entre los más y los menos favorecidos se han reducido. A la par de los datos que muestran de manera dramática la profundidad del deterioro social y la extensión de la inseguridad laboral, la incorporación de la dimensión subjetiva contribuye a una mejor comprensión de la complejidad de un proceso de efectos fuertemente disociadores. Trayectorias inestables, discontinuidad de ingresos, quiebres y caídas, procesos de empobrecimiento difícilmente reversibles, tensiones y rupturas familiares, erosión de las fuentes de identidad y escasas perspectivas de superar situaciones de desventaja social, son algunos de los elementos más relevantes que emergen de las biografías analizadas. La larga recesión económica que experimentó el país hacia fines de la década pasada e inicios de la actual, la extendida precariedad y la profunda erosión de los mecanismos previos de movilidad social, no sólo bloquean la posibilidad de pensar en el futuro más allá de los límites inmediatos, sino que constituyen los parámetros que permiten entender el pesimismo respecto al futuro evidenciado en las entrevistas. Dicho fatalismo, más que un rasgo “idiosincrático”, constituye una clara expresión de la profundidad del deterioro de las condiciones de vida sufrido durante los años noventa, y de los referentes de “tiempos mejores” en las formas en que dicho deterioro se piensa, se vive y se enfrenta. El mercado de trabajo no sólo ha perdido su potencial integrador y de movilidad social, sino que se ha transformado en el principal mecanismo generador de vulnerabilidad y exclusión y social, por lo que los parámetros para pensar (y garantizar) la pertenencia social no pueden estar limitados a situaciones de empleo que ciertamente han dejado de ser la “norma”. No sólo el desempleo ha aumentado, sino que las situaciones de alternancia entre empleos precarios y recurrentes periodos de desempleo se han multiplicado. Las profundas transformaciones experimentadas en las esferas de la familia y el mercado de trabajo en un escenario de creciente incertidumbre, han evidenciado las limitaciones de ambos espacios para garantizar la provisión efectiva de bienestar. Esto plantea nuevos dilemas y desafíos a los tradicionales mecanismos de protección social, e invitan a repensar su referente desde una perspectiva de ciudadanía. Como señala Castel (2004), la protección social no es solamente el otorgamiento de ayudas en favor de los más desamparados para evitarles una caída total, sino la condición de base para que todos puedan pertenecer a una sociedad de semejantes. El cuestionamiento de los mecanismos tradicionales de protección, lejos de conducir a su supresión —como pretende la “utopía” del mercado—, plantea la necesidad de abordar las políticas públicas desde una perspectiva integral e incluyente orientada a reducir las desigualdades permanentes y autorreproductivas, tanto a través del fortalecimiento de la ciudadanía como de la asistencia a los grupos social y económicamente más vulnerables. BIBLIOGRAFÍA Bauman, Z. Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa, 2000. Barry, B. Social Exclusion, Social Isolation and the Distribution of Income. casepaper, case/12. Londres: Center for Analysis of Social Exclusion, London School of Economics and Political Science, 1998. Bayón, M.C., y G. Saraví. “Vulnerabilidad social en la Argentina de los años noventa: impactos de la crisis en el Gran Buenos Aires”. En Trabajo y ciudadanía. 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Persistent Poverty and Lifetime Inequality. The Evidence. CASE Report 5. Londres: Center for Analysis of Social Exclusion, London School of Economics and Political Science, 1999. Svampa, M., y S. Pereyra. Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Buenos Aires: Biblos, 2003. Urresti, M. “Cambio de escenarios sociales: experiencia juvenil urbana y escuela”. En Una escuela para los adolescentes, compilado por E. Tenti, 11-78. Buenos Aires: UNICEF/Losada, 2000. World Bank. Inequality in Latin America and the Caribbean: Breaking with History? Washington, D.C.: The World Bank, 2003. NOTAS 1 Los mecanismos de protección social del periodo de la posguerra descansaban en los supuestos de pleno empleo (básicamente masculino); familias fértiles y relativamente estables, capaces de satisfacer sus necesidades de cuidado; un curso de vida “estándar”, donde la mujer o bien no participaba en el mercado de trabajo o interrumpía dicha participación para dedicarse al cuidado de los hijos; trayectorias laborales estables entre los hombres, considerados los principales proveedores de ingreso del hogar y como tales titulares de las prestaciones sociales (jubilación, seguro médico, salario familiar, etcétera). La prosperidad y la educación constituían garantías de movilidad social intergeneracional, capaces de remover los vestigios adscriptivos (Esping-Andersen, 1999).2 El trabajo de campo se llevó a cabo entre junio de 2000 y enero de 2001, durante el cual se realizaron 59 entrevistas en profundidad, la totalidad de las cuales fueron desarrolladas por la autora. Se trató de una muestra analítica basada en los siguientes criterios: edad, género, clase social, estatus familiar y estar desempleado en el momento de la entrevista o haber experimentado una pérdida de empleo en el pasado reciente. De acuerdo con este último criterio, la muestra también incluyó a trabajadores que luego de haber atravesado por un periodo reciente de desempleo, estaban ocupados al momento de la entrevista, a fin de obtener información acerca de las condiciones y características de su reinserción laboral. Se incluyó sólo a trabajadores con experiencia laboral previa. Las localidades fueron seleccionadas desde una perspectiva comparada. Las entrevistas se realizaron en dos localidades contrastantes del Gran Buenos Aires en términos de su perfil y tradición económica, estructura social y cercanía respecto a la ciudad de Buenos Aires: Florencio Varela y Lanús. Florencio Varela es homogéneamente pobre —y uno de los municipios más pobres del Gran Buenos Aires— con escasa tradición industrial, limitadas oportunidades de empleo a nivel local y relativamente segregada espacialmente. En contraste, Lanús es un municipio lindante con la ciudad capital, con una estructura social más heterogénea y fue tradicionalmente parte del cinturón industrial que representaba una importante fuente de empleo para los residentes locales. La composición de la muestra según localidad, género, edad, educación y estatus familiar fue la siguiente: Florencio Varela (29), Lanús (30); mujeres (28), hombres (31); 25-30 años (18), 31-40 años (15), 41-50 años (19), 51+ (7); primaria completa o menos (22), secundaria incompleta (13), secundaria completa (2), más de secundaria: (11); jefes de hogar (33), cónyuges (22), hijos (4). Las entrevistas se articularon en torno a dos ejes temáticos básicos: historia laboral y familiar, y percepciones acerca de los cambios socioeconómicos, oportunidades de movilidad social y expectativas futuras. Para el análisis de las entrevistas se utilizó el programa QSR NUD*IST4, que permite desarrollar categorías teóricas a partir de datos cualitativos (grounded theory), agrupar y relacionar las categorías creadas así como revisarlas y ajustarlas durante el proceso de análisis.3 Entre 1974 y 2000 el coeficiente de Gini pasó de 0.36 a 0.51, las diferencias de ingreso entre el decil más rico y el decil más pobre se triplicaron y los niveles de pobreza se cuadruplicaron: el ingreso medio per cápita del 10% más rico de los hogares en 1974 era 12 veces mayor que el del 10% más pobre, elevándose a 23 veces en 1991 y a 38 veces en 2000. Los niveles de pobreza en el Gran Buenos Aires no superaban 5% de los hogares en 1974; en 1986 crecieron a 9%; en 1990 —luego del proceso hiperinflacionario— llegaron a abarcar 25% de los hogares, para descender luego por debajo de 15% en 1994 y volver a trepar a 21% en 2000 (Damill et al., 2002; Beccaria et al., 2003). Entre 1980 y 2001 el desempleo en el Gran Buenos Aires creció más de nueve veces, al pasar de 2.6% a 19%. Durante el periodo 1990-2000 el desempleo se incrementó 210%, el subempleo horario 126% y el empleo asalariado sin beneficios sociales 53%. Los datos anteriores provienen de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).4 Las políticas de liberalización comercial y financiera implementadas por la dictadura militar (1976-1983) se tradujeron en un marcado proceso de desindustrialización y endeudamiento externo, que condicionó de manera significativa la política económica del país a partir de entonces. Con el advenimiento de la democracia, el gobierno radical (1984-1989) fue incapaz de revertir las tendencias previas, y la década finalizó con una profunda crisis social y política en el marco de un proceso hiperinflacionario que alcanzó un máximo de 4924.8% en 1989. Véanse Beccaria y Orsatti, 1990; Kosacoff, 1993; Katz et al., 1995, Marshall, 1998.5 El desempleo en el Gran Buenos Aires aumentó a 22% en mayo de 2002, superando incluso el pico de 20% registrado en 1995. Sólo en el transcurso de un año —de octubre de 2001 a octubre de 2002— el porcentaje de hogares pobres pasó de 25.5% a 42.3%, y los niveles de indigencia ascendieron de 8.3% a 16.9% (EPH, INDEC).6 Durante el primer semestre de 2004 el desempleo había descendido a 15.3% en el Gran Buenos Aires y los hogares en situación de pobreza e indigencia se redujeron a 31.6% y 12.1% respectivamente (EPH, INDEC).7 En la primera parte de la década la intensificación de los movimientos entre ocupación y desocupación estuvo básicamente asociada al incremento de los despidos resultantes del proceso de reconversión productiva. En contraste, en la segunda mitad del decenio el aumento de la inestabilidad habría sido, fundamentalmente, el resultado del aumento en la rotación de puestos de trabajo y su alternancia con periodos de desempleo, o dicho en otros términos, de la alta precariedad de los escasos empleos generados, que afectó básicamente a los puestos de menor calificación (Beccaria y Maurizio, 2004).8 Si bien excede los objetivos de este artículo, es importante destacar que en 2002, en un clima de profundos estallidos sociales, se puso en marcha el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados. Si bien este plan es de alcance universal, los bajos montos recibidos por los beneficiarios (50 dólares mensuales) han asegurado su “autofocalización” en los grupos de menores ingresos, 70% de los cuales pertenecía al 20% más pobre de los hogares en el Gran Buenos Aires, y 64% de los hogares de los beneficiarios estaba por debajo de la línea de indigencia, aun después de la prestación, según datos de enero de 2003 (SIEMPRO, 2003). A diferencia de los planes anteriores, como el Plan Trabajar, el actual Plan Jefes y Jefas de Hogar destaca por sus altos niveles de cobertura. Mientras que el primero nunca excedió los 130 000 beneficiarios promedio mensuales, el Plan Jefes y Jefas alcanzó, según datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, a casi 2 millones de beneficiarios en junio de 2003, y a 1 623 000 en octubre de 2004. Los beneficiarios de este programa se incorporan como “ocupados” en el sector público en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), lo que reduce entre 3% y 4% los niveles de desempleo abierto medidos por el INDEC. Para mayores detalles acerca de los programas de empleo aplicados durante los noventa, como el Plan Trabajar, véanse Marshall, 1997; Jalan y Rovallion, 1999; Golbert, 2000; para el Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados véanse SIEMPRO (2003) y Golbert (2004). Respecto a las organizaciones piqueteras protagonistas de la protesta social desde 1997, véase Svampa y Pereyra (2003).9 Los resultados de una encuesta aplicada en 2000 en el conurbano bonaerense sobre movilidad ocupacional, confirman esta menor “permeabilidad” de la estructura ocupacio-nal (Kessler y Espinosa, 2003). Por una lado, entre los trabajadores que ingresan en ocupaciones poco calificadas se destaca el entrampamiento en el circuito de ocupaciones de bajo estatus. Por el otro, quienes acceden a posiciones más calificadas tienen prácticamente asegurada su circulación en las mismas.10 Se refiere a los ocupados que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y desean trabajar más horas.11 En contraste con lo ocurrido con la desocupación abierta, el subempleo ha continuado aumentando en el periodo más reciente, alcanzando a 16.7% de la población ocupada en el Gran Buenos Aires durante el primer semestre de 2004 (EPH, INDEC).12 La profunda caída del empleo de tiempo completo respondió básicamente a la pérdida de empleo en el sector manufacturero y los principales afectados fueron los trabajadores hombres y jefes de hogar. En octubre de 2000, siete de cada diez trabajadores de tiempo parcial eran subocupados y, entre los últimos, 71.4% carecía de beneficios sociales (EPH, INDEC). Mientras que el ingreso real medio de los asalariados de tiempo completo se incrementó en 17%, el de los subocupados involuntarios cayó en 15% entre 1991 y 2000 (Damill etal., 2002).13 Respecto al comportamiento del sector informal en los años noventa, véase Cimillo (2000).14 El crecimiento de la tasa de actividad de 40.3% a 44.9% entre 1990 y 2000, respondió al acelerado aumento de la participación femenina, que pasó de 28.1% a 35.2%. Éste fue más intenso entre las mujeres de 20 a 49 años, particularmente en el grupo de 35 a 49, donde la tasa de actividad pasó de 38.4% a 60.5% entre 1980 y 2000 (EPH, INDEC).15 Entre octubre de 1999 y octubre de 2000, la participación de las esposas en el mercado de trabajo —especialmente desde la inactividad— fue significativamente mayor en hogares cuyo jefe había caído en situaciones de desempleo que en aquellos en que el mismo había permanecido ocupado durante todo el año: 19% versus 9% respectivamente (EPH, INDEC). Estos resultados son congruentes con los obtenidos por Cerruti (2000) para el periodo 1991-1994, donde se observa que la pérdida de empleo del jefe de hogar duplica las probabilidades de las mujeres de ingresar al mercado de trabajo respecto de aquellos hogares con jefes con mayor estabilidad laboral.16 El fuerte aumento de los retornos de la educación contribuye a explicar una tendencia semejante en la evolución de los ingresos: los trabajadores con educación primaria y secundaria siguen trayectorias similares durante la década, experimentando una caída de 7.5% y 5% respectivamente, en contraste con el grupo de educación terciaria, cuyos ingresos reales medios acumularon un incremento de 12%. (Damill et al., 2002).17 Los ocupados en empleos de bajos ingresos tienen mayor probabilidad de estar desempleados en el futuro; quienes están desempleados tienen mayor probabilidad de obtener bajos ingresos al obtener un empleo, y dicha probabilidad se incrementa si estuvieron en un empleo precario y de bajos ingresos antes de caer en una situación de desempleo (Stewart, 1999).18 La expresión changa, que hace referencia a trabajos temporales u ocasionales, se utiliza localmente para expresar toda aquella actividad que “no” es considerada trabajo.19 Pepenar.20 Al respecto véanse Morris (1990); Smith (1997); Gallie y Alm (2000); Russell y Barbieri (2000); Charles y James (2003).21 Los profundos impactos de la creciente inseguridad laboral sobre la percepción del futuro y la consecuente erosión de la “ética del trabajo”, aparecen como un elemento clave para comprender las tendencias excluyentes que surgen de los actuales procesos de restructuración económica y social. Véanse Fitoussi y Rosanvallon, 1997; Gorz, 1998; Sennett, 2000; Bauman, 2000; Castel, 1997, 2004.

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¿Quién escribe la historia argentina?

CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Bartolomé Mitre, en su biografía de San Martín, lo ubicó como un genio militar, pero opacó su visión política. “Hijo de un modesto hogar montevideano, nacido por accidente en Buenos Aires, había optado por la nacionalidad porteña cuando el resonante éxito de Los Debates le mostró la promesa de una brillante carrera política.

Quiso ser muchas cosas: militar, político, poeta, historiador, pero sólo fue con plenitud `ídolo’. Adorado por sus virtudes y defectos, por el tino de manejarse en la vida civil y las derrotas de su vida militar que sabía convertir en victorias morales por su arte de explicarlas.” (José María Rosa, Historia Argentina).

En efecto, en el bicentenario de su nacimiento, Bartolomé Mitre ratifica en cierto modo lo señalado por Rosa, al ser quien indudablemente sigue presidiendo un imaginario panteón de héroes nacionales dotado de ribetes de leyenda, es decir, inmune a toda crítica hacia su figura, ideas y obra de gobierno.

Mitre fue el primero en escribir la historia argentina, en el sentido de convertirla en un relato a las nuevas generaciones en el que abundan las simplificaciones exageradas (buenos angelicales y malos de toda maldad), ausencia de matices y de análisis de circunstancias y, por sobre todos esos elementos ya de por sí perniciosos, la permanente ideologización en los objetivos.

Así, sus dos grandes obras, la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, y la de San Martín y la Emancipación Sudamericana, impecables en cuanto biografías de ambos próceres y cronología de batallas, incurren sutilmente en tergiversaciones que disminuyen la proyección a futuro tanto del creador de la Bandera como del Libertador. CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Mitre escribió la historia de San Martín, colocándolo como un genio militar pero obviando su participación política. Respecto de San Martín, Mitre encuentra un mayor obstáculo que intenta sortear del mejor modo posible: habrá de presentarlo a las sucesivas generaciones como un indudable genio y estratega militar (cosa que claramente fue), pero despojado, curiosamente, de ideas políticas.

Una media verdad, es decir un modo de mentir, que omite ingresar en terrenos incómodos como las lapidarias opiniones del Libertador respecto de su enemigo político, Bernardino Rivadavia (fue don Bartolomé quien colocó a éste en ese imaginario panteón de próceres al catalogarlo como “primer hombre civil de los argentinos”) o sus cartas elogiosas hacia Juan Manuel de Rosas y el haberle legado testamentariamente su sable de la lucha por la independencia.

Las obras de Mitre se consagran como la versión canónica de nuestra historia, de modo cuasi dogmático, sin posibilidad de crítica o de matización alguna. Es una historia “oficial” que pretende condenar a los disidentes a la marginalidad del pensamiento, ello a pesar de que tiene por toda alcurnia documental el contenido fantasioso, y venal, de las Tablas de Sangre de un Rivera Indarte.

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Como bien señala Scenna, a partir de allí “se consagró la versión liberal de nuestro pasado: la leyenda negra de la colonia, largo período perdido en el oscurantismo, la irrupción de un Mayo celestial inspirado en Francia, en los Estados Unidos, y para nada en lo que estaba ocurriendo aquí, cuyo norte era el librecambio; luego una Guerra de la Independencia con granaderos de oro y azul, limpios como soldaditos de plomo, sin trasfondos políticos, sociales o económicos a la vista.

Sigue la irrupción de siniestros y barbudos montoneros cuyas bajas pasiones los mueven a pelear, de puro malos, contra el talentoso Rivadavia. Y por fin la roja negrura de la tiranía de Rosas. Había dejado de ser historia para convertirse en dogma ” (Miguel Ángel Scenna, Los que escribieron nuestra historia). CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Adolfo Saldías, el discípulo de Mitre que se animó a discutir su visión de la historia argentina Paradojas de la historia, acaso podría decirse que será el propio Mitre el primer revisionista. ¿Cómo? Consultado por un joven discípulo suyo, Adolfo Saldías, que deseaba escribir nuestro derrotero precisamente donde el maestro lo había dejado, y meterse de lleno con el período del Gobierno de Rosas, recibió el sabio consejo de hacer historia en base a documentos.

Fue lo que laboriosamente hizo Saldías en sus tomos de Historia de Rosas, que luego cambiará por Historia de la Confederación Argentina. Emocionado por lo que descubrió en el archivo personal del Restaurador de las Leyes que le fuera facilitado por su hija Manuelita, le dedicó a Mitre uno de los tomos y se permitió expresarle la enorme injusticia histórica que se había cometido con aquél hombre y su gobierno al que se había rotulado escolarmente con el título de “la tiranía”, dedicándole, a lo sumo, un par de páginas, a un período de veinte años.

Mitre, impedido de refutarlo “documentadamente”, optó por apercibir públicamente a su díscolo alumno en carta abierta desde las columnas de La Nación, que toda Buenos Aires leyó atónita. Tras el reto del maestro, el otrora joven prometedor se eclipsó súbitamente por el sólo hecho de haber intentado rehabilitar a Rosas en algunos aspectos de su largo gobierno. CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Bartolomé Mitre y Francisco Solano Lopez en la entrevista en Yataity Corá a poco de comenzar la Guerra del Paraguay. El intelectual tucumano residía en Europa cuando en 1865, siendo Mitre presidente de la República, se inicia la Guerra de la Triple Alianza, en la que la Argentina aliada con el Brasil y Uruguay, tras cinco largos años, derrotarán a las fuerzas del Paraguay, cuya población quedó prácticamente diezmada.

La participación Argentina en esa guerra nunca gozó de popularidad entre nosotros en vastos sectores sociales, razón que explica que tuviera que recurrirse a la leva forzada del gauchaje que no quería saber nada con ir a matar paraguayos, cuando nuestro histórico enemigo había sido Brasil. Alberdi se suma a las críticas a Mitre y a su política exterior.

Luego de expresar su opinión en el sentido de ver a la Argentina utilizada como instrumento al servicio del Imperio esclavócrata del Brasil, Alberdi destaca que “Acabamos de leer en un mensaje que el Ejército en el Paraguay es siempre el ejército de San Martín y Alvear. CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Mitre recibió críticas de Juan Bautista Alberdi por el rol de Argentina en la guerra contra el Paraguay. Según el inspirador de nuestra Constitución, el país actuó al servicio de ese imperio Alberdi era claro en sus críticas a la misión conferida por Mitre al antes glorioso Ejército Argentino, que con San Martín cruzó fronteras para liberar pueblos enteros, no para someterlos.

En palabras de Arturo Jauretche se inaugura el período de un ejército meramente punitivo de pueblos ” se confunde la misión de las fuerzas armadas con la misión policial y las privan del sentido heroico que constituye el espíritu de una organización para la defensa nacional y, asimismo, de la comprensión, de la necesaria solidaridad entre el pueblo y las armas.” (Arturo Jauretche, Ejército y Política).

Para finalizar, debemos señalar que era en las arengas improvisadas frente a la multitud el instante en el que Mitre se sinceraba y ponía en palabras sus ideas más profundas, Como cuando al despedir a las tropas porteñas que partían a “civilizar” guaraníes aún al costo de prácticamente desaparecerlos expresa que “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio ha proclamado para mayor felicidad de los hombres.” Como bien se preguntaba Jauretche, “¿A quién está dirigida esa arenga? ¿A los guerreros que regresan, a los que quedaron en los esteros paraguayos, o a los comerciantes de la City?”.

¿Cómo es la social en Argentina?

Un cambio importante se registra en los últimos años: la sociedad argentina, caracterizada por la gran homogeneidad de su clase media y la existencia de una franja relativamente pequeña de personas en niveles de pobreza, ha dado paso a una creciente segmentación al interior de la clase media y a un aumento importante

¿Cuáles son las 4 teorias de interpretación histórica?

¿Qué son las Corrientes Historiográficas? – Las corrientes historiográficas son orientaciones para abordar el estudio de la Historia como ciencia. Entre las corrientes históricas desarrolladas más reconocidas se encuentran: El Positivismo, el Historicismo, el Materialismo Histórico, la Escuela francesa de los Annales.I.

  • Indicaban que la Historia sirve para progresar, ya que el progreso implica el avance ascendente del ser humano en la Historia, además de que plantea que cada era del tiempo es superior a la que le precede.
  • Para esta corriente, la Historia tiende a la postulación de leyes universalmente válidas y lógicamente comprobables, como sucedía en las ciencias naturales; negando así la interpretación para enfocarse en la propia descripción por parte del historiador.
  • El historiador positivista, debía evitar la vaguedad pero al mismo tiempo la estrechez en sus relatos, tampoco podía tomar partido ni debatir sobre los problemas contemporáneos, debía tener una postura neutral, siempre equilibrada, evitar las ideas radicales, que eran vistas como un peligro.

La Historia debía tecnificar sus modos de abordar los documentos apoyándose en la filología, la arqueología, la paleografía y la epigrafía. Leopold von Ranke fue el máximo exponente de esta corriente. Según Ranke, el historiador debía reunir la mayor cantidad de documentos de la etapa histórica, describirlos, hacer una crítica externa que implicaba el uso de la filología y otra interna que implicaba el uso de la paleografía.

Para ser considerados portadores de la verdad y a partir de ella, el historiador descartaría los documentos que no concordaran con él, al final el historiador haría un relato basándose exclusivamente en lo que encontró en los documentos. II. La escuela de los annales. Para esta corriente, la historia es un estudio científicamente elaborado de diversas actividades y de diversas creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas y sin embargo, comparables unas a otras.

La historia sirve para saber las características de un grupo o sociedad en lo científico, económico, geográfico y social. Se trata de conocer todos los aspectos del entorno, a su forma de vivir y relacionarse en el contexto. Se escribe tomando en cuenta todos los aspectos de un grupo y no sólo de un personaje importante, es escrita por los historiadores y enseñada por los pedagogos, las personas que tienen el conocimiento y desean transmitirlo.

  • Su aprendizaje se propicia por la necesidad que tiene la sociedad de transmitir los conocimientos a las futuras generaciones, se aprende para que la sociedad comparta sus conocimientos y cada individuo tenga una amplia gama de ellos que le sirva al interactuar con el medio social y natural. III.
  • Materialismo histórico.

Le da importancia al materialismo y es una forma de análisis dinámico de los sucesos históricos de la humanidad. Entienden la Historia como un proceso por el cual debe pasar la humanidad para progresar.

  1. La Historia sirve para reflexionar como el ser humano vive y se relaciona con su entorno, considera las necesidades básicas en todo lo que implica vivir en sociedad y sus modos de producción lo que genera luchas de clases
  2. Se escribe a través de condiciones rigurosas, describiendo las necesidades de la sociedad a lo largo del tiempo considerando sus rasgos específicos y es escrita por el historiador quien escribe a través de lo que observa en su entorno social, lo que da lugar a la lucha de clases entre el dominado y los dominadores, la materia y lo material es lo primordial.
  3. Su aprendizaje pone atención a las causas materiales, estudia la realidad social, lo productivo, lo útil para satisfacer las necesidades básicas del ser humano y se aprende para responder a las condiciones de vida de la sociedad a través del tiempo, da importancia a la materia en la configuración de la realidad, y la realidad es la que determina la conciencia humana.

IV. Historicismo escuela científica alemana. La Historia es el conocimiento del suceso individual en su realización completa, sirve para entender los fenómenos históricos en su individualidad y describir lo sucedido, de la forma más completa y exacta. Para escribir la Historia se realiza una investigación imparcial, exacta y critica de los acontecimientos que incluyan en su narración lo disperso, las incoherencias y lo que está aislado.

  • Es enseñada principalmente por Wilhelm Von Humboldt.
  • Su aprendizaje es propiciado por el historiador, quien ve los acontecimientos políticos y las acciones del Estado como los de mayor peso en la Historia señalando más los aspectos benéficos
  • Se aprende para percibir ideas detrás de los fragmentos dispersos de la Historia para poder unirlos.

¿Cuando surgen las corrientes historiográficas?

Corrientes historiográficas A pesar de que la escritura de la Historia se desarrolló a través de los tiempos y espacios (véase El concepto de Historia ), los siglos XIX y XX fueron particularmente ricos en cuanto a la expresión historiográfica se refiere. Jules Michelet, Pintura de Thomas Couture, Siglo XIX. A partir de entonces, múltiples historiadores de diferentes latitudes han aportado trabajos para impulsar este tipo de conocimiento a través de sus investigaciones e interpretaciones del pasado. En la actualidad continúan trabajando en las más diversas propuestas que se han creado.

A continuación te presentamos cinco formas de abordar e interpretar el conocimiento de lo histórico, que se han puesto de manifiesto desde que la ciencia histórica se propuso como un área de conocimiento con sistema propio. Haz clic en las imágenes para conocer algunas formas de interpretar la Historia.

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Positivismo Aaugusto Comte Materialismo histórico Karl Marx Historicismo Benedetto Croce Annales Fernand Braudel Historia cultural Carlo Ginzburg

Positivismo El concepto positivismo surgió de los trabajos de Augusto Comte, quien dividió la historia de la humanidad en tres estadios diferentes y el tercero era el positivo, caracterizado por lo certero, real y preciso, de ahí que esta corriente de pensamiento historiográfico esté en la búsqueda permanente del dato cierto, real, útil y preciso.

El positivismo postula la idea de progreso como definición del devenir histórico. Concibe a la historia por etapas que van de la barbarie hacia el desarrollo; donde cada una es mejor que la anterior; y concibe el tiempo unilinealmente y no reconoce retrocesos. Postuló que el investigador debía estar alejado temporal y anímicamente del objeto de estudio para estudiarlo objetivamente; explica que el historiador no puede ni debe interpretar sino solamente acumular datos para describir objetivamente el suceso.

Su intención era encontrar el dato puro y construir leyes históricas. El positivismo es el responsable de dotar a la historiografía de su primer método para darle carácter científico. Sus principales representantes son Leopold von Ranke, Jules Michelet, Denis Fustel de Coulanges. Fragmento del libro Historia de los papas de Leopold Von Ranke Materialismo histórico El materialismo histórico es la versión de Karl Marx (1818-1882) de la dialéctica idealista hegeliana, interpretada como económica, y basada en la relación de producción y trabajo.

Dos términos podrán definir más claramente a esta corriente de pensamiento: son dialéctica como la naturaleza de las cosas y el hecho de que los diferentes aspectos de la sociedad están siempre orgánicamente relacionados; estas relaciones orgánicas se explican de manera más convincente si se advierte que el aspecto económico (material) es tan importante que tiende a reflejarse en todos los otros aspectos: político, social y cultural.

Bajo esta propuesta divide la historia europea por modos de producción : Comunismo primitivo, Esclavismo, Feudalismo y Capitalismo, donde, por la dialéctica de su naturaleza (contradicción), cada etapa, gesta en su seno el origen de la siguiente. Establece la existencia de constantes o leyes en el acontecer histórico como la lucha de clases. Fragmento del libro: Manifiesto Comunista, Karl Marx Historicismo El historicismo es la tendencia intelectual a reducir la realidad humana a su historicidad o condición histórica (única e irrepetible). Entre 1870 y 1920 diversos historiadores reaccionan frente al positivismo que intentaba recabar la mayor cantidad de datos para poder escribir la historia objetiva,

Sin embargo consideraba que el investigador era capaz de quedar al margen de su investigación, es decir que no se involucraba; frente a esto el historicismo planteó que la historia se estudia y se ve desde el punto de vista subjetivo del investigador, la investigación se hace a través de la experiencia subjetiva de quien lo investiga.

Así asegura que el historiador sólo refleja la historia de su tiempo y desde su tiempo. William Dilthey en Alemania, Benedetto Croce en Italia, José Ortega y Gasset en España, y Edmundo O’Gorman en México han sido sus más claros representantes. Desarrollaron la Historia narrativa y episódica.

  • También se le conoce como Historia científica o racional concreta,
  • Conciben que los hechos son históricos porque no se repiten.
  • La historia se re-crea en la mente del historiador, la hace, por así decirlo, experiencia propia y por ello se dice que la hace contemporánea al historiador, por eso manifiesta que “Toda Historia es Historia contemporánea” o toda Historia se escribe desde el presente.
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El historiador debe establecer un criterio para saber si lo que se dijo es o no verdad. Fragmento del libro: La invención de América, Edmundo O´Gorman Annales Con este nombre se designa a la revista fundada en 1929 por Bloch y Febvre, profesores de la Universidad de Estrasburgo, que crearon una red multidisciplinaria de colaboradores. Postula que la historia se mueve en tres planos temporales superpuestos : la larga duración, que son movimientos muy lentos pero en permanente transformación, dividen el tiempo histórico en eras.

En la mediana duración se ubican los acontecimientos que perduran en varias generaciones y pueden dividir el tiempo en etapas. Finalmente, la corta duración son los periodos coyunturales donde se percibe el movimiento y las rupturas rápidamente, y se dan en el lapso de una generación (véase ” Tiempo Histórico “).

Esta corriente historiográfica toma en cuenta la geografía, pero no como el escenario de la actuación de las personas, sino como el ambiente que afecta al ser humano y a la vez el hombre afecta; en una relación estrecha donde no se puede entender el espacio sin el hombre ni al hombre sin su espacio. Fragmento del libro: El Mediterráneo, Fernand Braudel Historia cultural Es una corriente historiográfica que se ha desarrollado en el último tercio del siglo XX y hasta nuestros días, se caracteriza por estudiar y escribir la historia desde perspectivas diferentes a las utilizadas tradicionalmente como ha sido la historia política, militar y económica. Fragmento del libro: El queso y los gusanos, Carlo Ginzburg Revisa el análisis que Adam Schaff realiza para conocer algunas interpretaciones de la Revolución Francesa. Lectura: Introducción de la obra Historia y Verdad (pp.9-70)

¿Cuándo y por qué surgió la historia desde abajo?

La ‘Historia desde abajo’, es un enfoque dentro de la historia social. Si bien fue propuesto por el historiador francés Georges Lefebvre (1874–1959), fue desarrollado y popularizado por historiadores marxistas británicos (Eric Hobsbawm, Edward Thompson, Christopher Hill y Raphael Samuel) en la década de los sesenta.

¿Dónde nace la historia y quién es el padre de la historia?

Francisco Martínez Hoyos 08/07/2019 07:35 Actualizado a 17/12/2019 07:58 Una obviedad: los acontecimientos no serían nada si alguien no los pusiera por escrito para que se trasmitan de una generación a otra. Una certeza: no es tarea fácil. Cada época hace su propia historia en función de la sensibilidad del momento y de las fuentes disponibles.

  1. Aquí presentamos a ocho de los más grandes historiadores de todos los tiempos.
  2. Como todas las listas, la nuestra tiene algo de arbitrario, pero son todos los que están, aunque no estén todos los que son.
  3. Se podrían añadir grandes especialistas como el británico Arnold J.
  4. Toynbee, la egiptóloga Christiane Desroches Noblecourt o el célebre historiador marxista Eric Hobsbawn.

También otros.vivos, como John H. Elliott, Ian Kershaw o Michelle Perrot, entre muchos otros posibles. Herodoto (484-425 a.C.) TERCEROS El griego, llamado “padre de la historia”, fue el primero en escribir un relato del pasado a gran escala, que cubría un vasto espacio geográfico, desde Sudán hasta Europa central. Después de su muerte, su obra, Historia, se dividió en nueve libros. Tucídides (c.460-¿396? a.C.) TERCEROS Se le ha considerado el padre de la historiografía científica por su pretensión de objetividad. Este ateniense no acepta cualquier fuente, y excluye del relato la intervención divina. Procura ir más allá de lo anecdótico para buscar las verdaderas causas de los hechos. Ana Comnena (1083-1153) TERCEROS Princesa bizantina de extraordinaria cultura, Comnena escribió La Alexiada, una historia del reinado de su padre, el emperador Alejo I, Su obra nos proporciona una visión de los cruzados desde el punto de vista griego, y resulta extremadamente crítica. La autora presenta a los guerreros occidentales como hombres codiciosos e indignos de confianza. Alfonso X el Sabio (1221-1284) TERCEROS Rey de Castilla, famoso por su amplia obra intelectual. Su Estoria de España es la primera historia de nuestro país de gran extensión escrita en lengua romance, Abarca desde los tiempos bíblicos hasta el siglo XIII. Ibn Jaldún (1332-1406) TERCEROS Nacido en el actual Túnez, se le puede considerar un precursor de la Escuela de los Anales, porque priorizaba el protagonismo colectivo por encima del individual. Fue autor de una importante historia universal, el denominado Libro de la evidencia, registro de los inicios y eventos de los días de los árabes, persas y bereberes y sus poderosos contemporáneos. Voltaire (1694-1778) TERCEROS Esta gran figura de la Ilustración francesa dedicó algunos títulos importantes al estudio del pasado, como Historia de Carlos XII y El siglo de Luis XIV, un trabajo innovador en el que no se limitó a la figura del monarca. Su propósito era más ambicioso: captar el “espíritu de los hombres del siglo más ilustrado del mundo”. Jules Michelet (1798-1874) TERCEROS Famoso por su espléndido estilo literario y sus ideas progresistas, entre la amplia producción de este estudioso galo destacan su Historia de Francia y su Historia de la Revolución Francesa. Su fin es describir la interioridad de los acontecimientos, profundizar en la psicología de las masas. Jaume Vicens Vives (1910-1960) TERCEROS El hispanista Raymond Carr le tuvo por el único historiador español que escribía historia a la altura de la que se hacía en Europa, Destacó como medievalista, pero su libro Industrials i polítics (“Industriales y políticos”) fue una influyente historia del siglo XIX catalán.

¿Cuándo se inicia la historia propiamente dicha y hasta donde se extiende?

División de la historia – CuáNdo Surge La Historia Social En La Argentina Segun Galasso Durante la Baja Edad Media se realizaron las Cruzadas. La Historia, propiamente dicha, data desde el desarrollo de la escritura y la aparición de los primeros Estados, hasta el presente. Se la divide tradicionalmente en varias edades, que son:

Edad Antigua o Antigüedad. Es el período de surgimiento de las primeras civilizaciones antiguas, generalmente bajo la forma de un Imperio o una monarquía religiosa. Se la comprende en tres etapas distintas:

El nacimiento de la civilización. Especialmente de las culturas mesopotámicas (Sumeria, Babilonia, Asiria), del Antiguo Egipto, del levante mediterráneo (Fenicia y el Antiguo Israel), las cuales tenían poco contacto con la civilización del Valle del Indo, la civilización china, la civilización mesoamericana y el África subsahariana, consideradas cunas de la humanidad. La Antigüedad Clásica. Fechada entre los siglos VIII a.C. y II d.C., la época clásica presenció el surgimiento de las culturas expansivas de Persia, Fenicia, la Grecia Antigua y posteriormente Roma, las cuales se disputaban el Mediterráneo y sus regiones aledañas. Durante este período se edifica y madura el Imperio Romano, la primera gran potencia imperial de Europa, y culmina con su entrada en decadencia. La Antigüedad tardía. Se centra en la decadencia del Imperio Romano a partir del siglo III d.C., y su caída frente a las invasiones bárbaras que provienen del norte europeo germánico. Además, presencian el surgimiento de los grandes monoteísmos: el islam y el cristianismo.

La Edad Media o el Medioevo. Es el período de cristianización de Occidente todo, tras la caída del Imperio Romano de occidente y el desarrollo de un nuevo modo de producción, el feudalismo, La aristocracia era la clase reinante y Occidente se sumergió en el oscurantismo, a lo largo de quince siglos de gobierno religioso (del siglo V al siglo XV). Se la clasifica también en dos etapas:

Alta Edad Media. Del siglo V al siglo X, es la llamada época oscura, en la que escasean las letras, la vida urbana sufre un importante retroceso y la vida en Europa se da en abadías, castillos y pueblos casi incomunicados entre sí. Baja Edad Media. Del siglo X al siglo XV, se produce una revolución urbana fruto del incremento en la actividad comercial y el auge de una nueva clase social, la burguesía, Se producen las cruzadas, fruto de la competencia entre el Islam y la Iglesia Católica, y hacia el final se conforma el llamado Antiguo Régimen: una sociedad monárquica absolutista.

La Edad Moderna, A partir del siglo XV, con el descubrimiento de América y la caída de Constantinopla y el Imperio Romano de Oriente, el mundo se sumergió en el cambio. Europa renació bajo la influencia de una nueva y pujante filosofía : el humanismo, que suplanta la fe en Dios con la razón humana, y sienta las bases para una revolución científica que cambió el mundo para siempre. Esta edad es la era de los descubrimientos, en la cual los grandes imperios europeos exploran el mundo. Así se llegó a una etapa de colonización e imperialismo, que culminó en el siglo XVIII con la Ilustración, la caída del Antiguo Régimen y el inicio del mundo republicano y capitalista. La Edad Contemporánea, El período que abarca desde el siglo XIX hasta hoy, ha sido una edad de revoluciones científicas, sociales y políticas, que transformó al mundo de manera mucho más radical que el resto de toda la Historia. Ciencia y tecnología demostraron su lado oscuro: se arrojan las primeras bombas atómicas ; y también su lado portentoso: la llegada del ser humano a la Luna, Hacia el siglo XXI el capitalismo global, victorioso y sin enemigos, enfrenta sus primeras crisis.

¿Quién fue el que creó la historia?

Heródoto, padre de la historia.

¿Cómo se dividen los periodos de la historia?

La historia se ha dividido en cinco edades, que son: la prehistoria, la Edad Antigua, la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea.

¿Cuál es la obra más famosa de Heródoto?

Su obra maestra es la ‘ Historia ‘ dividida en nueve libros dedicados a las musas, donde narra la historia de Persia y las Guerras Médicas.

¿Cuál es el origen social?

‘El origen social es un factor clave para la elección de una vía académica o profesional, lo que evidencia las dinámicas de reproducción social, la restringida igualdad de oportunidades efectivas y el limitado grado de equidad social de nuestro sistema educativo’.

¿Qué quiere decir histórico social?

El área histórico – social tiene como finalidad que adquieras los conocimientos y las habilidades que te preparan para analizar, reflexionar y problematizar los fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales de la humanidad.

¿Cuál es el objetivo de la historia social?

El propósito de este texto es mostrar, en primer lugar, la relevancia de la historia social en los artículos publicados en Historia Mexicana y, en segundo, apreciar la pluralidad de formas en que se ha cultivado este campo en las páginas de dicha revista.

  1. Independientemente de la subespecialidad y conocimiento de que se trate, un balance de la publicación en historia de mayor longevidad e importancia en nuestro país plantea desafíos.
  2. Las propias revistas y sus contenidos han cambiado de manera ostensible e Historia Mexicana no es la excepción.
  3. Baste tan sólo comparar los índices y, aunque escasos, atender los debates historiográficos, pues éstos sugieren la propia historicidad en formas de entender la investigación histórica.

Existe un consenso amplio sobre si la historia social es un enfoque de investigación particular en la investigación del pasado. En tal sentido, los historiadores que lo practican exploran cambios y continuidades en la experiencia de la gente común y corriente, privilegiando colectividades por encima de individuos.1 Quienes se adhieren a esta forma particular de investigar el pasado pesquisan su objeto sobre, cuando menos, dos presunciones: primero, que los sujetos colectivos poseen historias significativas para entender de mejor modo tanto el pasado como el presente; y segundo, que la gente común y corriente a menudo desempeña un papel mayor al que usualmente se le asignaba.

Sin dejar sus principios básicos, la historia social se ha transformado desde sus orígenes, en las décadas de 1920 y 1930. Los cambios han comprendido el uso de nuevas o renovadas teorías y técnicas de investigación. Han incluido grados divergentes en el interés por cuantificar, establecer series estadísticas, pero, desde la década de 1980, se ha puesto mayor atención a evidencias culturales.

Está claro que ha sido profundo el interés en conocer y explicar las clases trabajadoras, tanto urbanas como rurales, pero la atención se ha dirigido a otros tópicos que incluyen el género -primero la historia de las mujeres y, recientemente, la construcción de masculinidades-, así como grupos etarios que van desde niños hasta viejos.

  • Hay diversas facetas del comportamiento y prácticas que se han expandido para incluir rituales y aspectos cotidianos.
  • Como las propias definiciones de la historia social variaron en forma manifiesta, conviene detenerse en cómo fueron discutidas, por lo menos, en tres momentos: durante las formulaciones que la asociaban con la historia de las condiciones de vida y, sobre todo, de la población desposeída o por lo menos lejos de privilegios materiales y políticos.

Este debate fue importante en la recepción del volumen sobre vida social de la Historia moderna de México, El segundo momento o etapa advierte una presencia fuerte de varias vertientes de la historia social que la ligaron al conocimiento de estructuras y procesos económicos.

  • En tercer lugar, puede observarse una transformación culturalista que incorporaba las identidades a la categoría de clase social, pero era renuente a ser asimilada por ciertas formas de historia cultural que asignaban autonomía al lenguaje y al discurso.
  • Para ello, este texto está anclado en una revisión de 70 años de Historia Mexicana,

Especialmente, se examina la columna vertebral de la revista, esto es, los artículos que han sido publicados, sea en números misceláneos o bien en dossiers temáticos. Con esa considerable longevidad a cuestas, es necesario un ejercicio de periodización o, cuando menos, indicar tendencias en prácticamente cinco generaciones de historiadores cuyo común denominador fue la profesionalización de un oficio antes en manos de eruditos, aficionados, bibliófilos, literatos y periodistas principalmente.

  • No es el objetivo de este texto adherir definiciones que generalmente se quedan cortas por restrictivas o por generales, sino conocer la historia social cultivada por los colaboradores en Historia Mexicana,
  • A grandes rasgos, no fue receptáculo de corrientes y tendencias historiográficas, sino que casi desde sus inicios dio espacio a investigaciones con inquietudes sobre sujetos colectivos, trabajo y conflictos.

La primera parte se ocupa de discusiones sobre la historia social en la revista. La segunda, por su parte, describe una radiografía temática, esto es, los principales ejes de las colaboraciones. Definiciones y discusiones sobre la historia social en Historia Mexicana Tras 70 años de publicarse, en las páginas de Historia Mexicana han aparecido algunos textos sobre la historia social como campo de conocimiento.

Éstos pueden analizarse con cierta profundidad y atisbar la naturaleza de los debates, su sentido y, de manera excepcional, propuesta programática.2 Está claro que fue más bien titubeante en su comienzo, pues cabe recordar que como proyecto editorial estuvo impulsado por un historiador volcado en aspectos políticos.

Sin embargo, Daniel Cosío Villegas (1898-1976) previó los fenómenos sociales en otra empresa editorial de altos vuelos, como fue la Historia moderna de México, Antes del número 23, la reflexión sobre la historia social en la revista fue prácticamente nula.

El detonante fue una reseña al tercer tomo de la Historia moderna de México, coordinado por Luis González y dedicado a la vida social durante la República Restaurada. Si bien la polémica se centró en grandes procesos como los efectos de las Leyes de Reforma, la población indígena y el latifundismo, las reacciones provocaron lo que pudiera considerarse el primer debate sobre el campo del cual tenemos noticia en una publicación mexicana.

Protagonizaron el debate Moisés González Navarro (1926-2015), Luis González (1925-2003) y, de manera menos frontal, pero de ningún modo inconsecuente, Carlos Bravo Ugarte (1898-1967), Guadalupe Monroy, y Frank A. Knapp (1922-?) y Emma Cosío Villegas (1929-2015).

En su “crítica a una historia social”, González Navarro reconocía que era el campo con menos volumen bibliográfico respecto a la política y la economía: ya se hablase de aspectos demográficos o de problemas sociales acuciantes relacionados con la población indígena, así como con la propiedad de la tierra, era poquísimo lo que había escrito de manera sistemática al mediar el siglo XX.

Pero incluso en su valoración del libro advertía un desbalance entre el análisis cuidadoso de las costumbres urbanas respecto a las rurales y lamentaba que nada se decía sobre las clases medias y altas.3 Por su parte, Luis González señaló que era imposible compilar “todos los temas sociales” y, por ende, el propósito había sido plasmar una “visión unificadora de la sociedad”.4 Lo cierto es que, desde entonces, los temas agrarios descollaban como eje fundamental en el escrutinio del pasado mexicano, generando interpretaciones divergentes sobre los efectos del liberalismo.

La mirada del único outsider en este intercambio abandonó las diferencias para ponderar una peculiar manera de entender el campo, pues “los autores interpretaron con amplitud la definición de historia social”, comprendiendo tanto aspectos usuales bajo ese enfoque, tales como población, clases sociales, mundos rural y urbano o costumbres, como otros menos comunes relacionados con la etnología y la antropología.

Le llamó especialmente la atención la “escala social”: “El lector visita la propiedad del gran hacendado, entra en la miserable choza del peón agrícola y descubre la disparidad entre las necesidades de la familia y los medios con que cuenta para satisfacerlas y observa el vestir y la vida negligente del dandy citadino”.5 Mientras, el proletariado urbano y los artesanos, su incipiente asociacionismo y doctrinas abrían el camino a los estudios sobre el movimiento obrero.

Por su parte, sobre “la vida cotidiana” a cargo de Emma Cosío Villegas, subrayó que cualquier “práctica social que el lector desee escoger -especialmente en la metrópoli-, se encuentra en estas páginas” (p.431). Fue, entonces, de especial interés la apreciación de Knapp, para quien la historia social era un residuo de lo que no cabía en la fuerte tradición de historia política y, sobre todo, consideraba que se le entendía de manera heterodoxa, pues sumaba a la demografía histórica temas de interés para la antropología y cotidianidades.

En relativamente poco tiempo, se introdujeron versiones de la historia social cercanas a la llamada segunda generación de la escuela de los Annales, Influenciada por el pensamiento estructuralista y varias propuestas formuladas por Fernand Braudel, esta nueva manera de entenderla puso especial énfasis en unidades temporales largas, así como en una multiplicidad de escalas espaciales.

  1. Así, en 1965 apareció en Historia Mexicana un balance de la “historia económica y social” a cargo de Enrique Florescano y Alejandra Moreno Toscano.
  2. En dicho texto puede observarse la apropiación de una perspectiva materialista y estructural de los fenómenos sociales.
  3. De manera paradójica, los autores de esta revisión sugerían la novedad del campo, pero al mismo tiempo construyeron una especie de genealogía que se remontaba a escritos que poco se relacionaban con la historia social, como por ejemplo, de Alexander von Humboldt.6 En descargo de estas interpretaciones que, de manera un tanto forzada, calzaban la bibliografía que tocaba las sociedades en el pasado con nuevas maneras de entender y practicar la investigación histórica, era todavía modesto el desarrollo de este campo.

Igual que en otras latitudes de América Latina, experimentó un periodo de crecimiento y consolidación durante las décadas de 1970 y 1980. Durante esos años se publicaron 71 de poco más de 200 artículos de historia social. Un balance sobre esta especialidad había tendido directrices predominantes de esta forma de estudiar el pasado en el mundo hispanoamericano durante los siglos XVIII y XIX.7 Las reflexiones, en este sentido, reconocieron la fuerte influencia que ejercieron en los estudios sobre los trabajadores varias obras de los historiadores marxistas británicos.

  • También la historiografía francófona, sobre todo en torno a la revista Annales en su segunda generación, de carácter estructuralista y encabezada por Fernand Braudel, con fuerte peso Labrousiano en el ámbito mexicano.
  • Fueron éstos los principales focos de reflexión que circularon y adquirieron carta de naturalización en el mundo latinoamericano del cual la producción mexicana y mexicanista difícilmente podría sustraerse.8 Traducciones de Crítica incluyeron con amplitud a los principales exponentes del mundo anglosajón -destacadamente a Eric Hobsbawm y a E.P.

Thompson- y, sobre todo, la revista Historia Social acogió investigaciones tanto consagradas como de quienes abrían brecha. Lo hizo desde una pluralidad de enfoques que convergían en el estudio de grandes procesos, colectivos, pero también con escala microhistórica.

El dinamismo resultó en propuestas novedosas, como la historia desde abajo y la subalternidad.9 Para contextualizar estas transformaciones, resultan especialmente importantes las reflexiones de José Antonio Piqueras, fuerte impulsor de este enfoque por medio de la revista consolidada de habla hispana en el campo: Historia Social,

En suma, las discusiones historiográficas no abundaron, mas fueron suficientes para pulsar cambios importantes en la manera de entender los objetos y enfoques de la historia social. Las generaciones tempranas de historiadores profesionistas mostraron mayor intuición que afinidad disciplinaria sobre la gente común y corriente, así como los hechos de masas.

Es clara la afinidad de esta generación con corrientes historiográficas francesas, cultivando con un riguroso anclaje empírico, por encima de posicionamientos, la historia del trabajo, de la propiedad y de la población. Las generaciones subsecuentes, en cambio, mostraron un diálogo fluido con la demografía y la economía, abriendo lo que pudiera considerarse la edad dorada de la historia social.

Diferentes apoyaturas metodológicas, técnicas de investigación cuantitativa y formas de presentar la información, como la prosopografía, cliometría y la larga duración, mostraron “ciclos, fluctuaciones, modelos, series estadísticas, estructuras y coyunturas”, es decir, “ofrecían el soporte conceptual y metodológico del que cierta historia andaba necesitado, una vez había desplazado el énfasis de los hechos individuales a los colectivos y sociales”.10 La siguiente transformación importante puede advertirse de la década de 1990 en adelante, cuando se advierten formas más plurales y, para algunos, culturalistas de entender e investigar lo social.

Cabe mencionar que, a diferencia de otras latitudes, el diálogo con la antropología siempre mantuvo relevancia.11 En síntesis, de este repaso es posible afirmar que, sin dejar de incorporar reflexiones historiográficas, Historia Mexicana se consolidó como una publicación más que dispuesta a acoger investigaciones con un sólido anclaje en fuentes primarias, imprimiendo un sello que ha caracterizado la manera de entender y ejercer el oficio en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México: “El nuevo historiador debía contribuir a la ampliación del conocimiento original y en particular de su tema, aun de manera modesta.

Por principio, se descartó alentar genialidades espontáneas y sin solidez científica y, en cambio, se decidió estimular un trabajo menos pretencioso pero más riguroso y certero”.12 Practicar la historia social: algunos temas y problemas Del total cercano a 1 450 artículos que se han publicado en Historia Mexicana, suman poco más de 200 los dedicados a la historia social, bajo el entendido de que los enfoques y contenidos de este campo se han transformado, tal como se mencionó con anterioridad (véase la tabla 1 ).

Más allá de las divergencias en la definición de sus características y alcances, las colaboraciones en esta especialidad variaron de modo significativo a lo largo de los años. Es importante recordar que su fundador y primer director, Daniel Cosío Villegas, tenía singular interés en aspectos políticos.

Esto era una característica generalizada en la investigación histórica sobre México en aquellos años, por lo cual no sorprende que fuesen poquísimos los artículos que de manera exclusiva se abocaron a explicar fenómenos sociales durante los primeros 20 números de la revista.

Años Total Historia social %
1951-1961 169 12 7.1
1961-1971 200 21 10.5
1971-1981 173 35 20.2
1981-1991 198 36 18.2
1991-2001 223 34 15.2
2001-2011 224 23 10.3
2011-2021 261 41 15.7
Total 1 448 202 13.9

Fuente: elaboración del autor con base en los índices de la revista: https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/issue/archive En la gráfica 1 vemos que la distribución por áreas ha resultado en un balance temático relativamente equilibrado. Si bien las categorías para clasificar los artículos a veces no son tajantes, es posible identificar cuatro bloques.

  1. El primero comprende estudios sobre población, grandes procesos y estructuras, y tienden a apoyarse en series de datos cuantitativos recabados en padrones, matrículas y censos, así como a discutir aspectos demográficos sobre temas como migraciones, nacimientos, mortandad y epidemias.
  2. Estos artículos representan 27.2% del volumen total de artículos de historia social, destacando connotados mexicanistas y americanistas, como Woodrow Borah, Sherburne Cook, Nicolás Sánchez-Albornoz, Marcelo Carmagnani, Herbert Klein y Manuel Miño.16 Algunos desarrollaron técnicas cliométricas y formularon problemas de demografía histórica para explicar los efectos de la conquista y la colonización, o bien la composición de unidades productivas, como minas o haciendas.

Buena parte de los temas en la etapa temprana se ocuparon del periodo colonial, desde las formas de vida aristocrática de los descendientes de conquistadores hasta la crisis y recuperación demográfica, así como otros asuntos que dejaron relativamente al margen procesos posteriores a la independencia. Fuente: véase la tabla 1, Gráfica 1 Tendencias temáticas en los artículos sobre historia social publicados en Historia Mexicana, 1951-2021 En el segundo conjunto de estudios convergen investigaciones sobre la formación histórica de clases sociales, trabajo y trabajadores tanto libres como coaccionados.

Suman 35.6% y se han desplazado de temas clásicos como los obreros, la industrialización, el mundo fabril, los enclaves mineros, las condiciones de vida y los salarios, a los trabajadores informales, clases medias, dependientes de comercio y pequeños comerciantes. Así, los artículos reunidos en esta categoría se han ocupado de sujetos fundamentales tras la transformación del orden corporativo, pero también de actores colectivos que surgieron y se consolidaron como parte del proceso de modernización y urbanización.

En tal sentido, resulta fundamental entender la formación histórica de identidades, como artesanado, clases populares, proletariado y artesanado urbano. Estos trabajos ameritarían un examen más profundo, y debe decirse que han abonado a estos campos diversas generaciones de historiadores profesionales: desde Silvio Zavala, Luis González y Jan Bazant, hasta Clara E.

Lida, Jean Meyer, Pablo Yankelevich, Sonia Pérez Toledo, Carlos Illades, Daniela Marino y Mario Barbosa. En sus inicios, se trató de una agenda guiada por dos rasgos que se volvieron tendencia: conflicto y desigualdad, plasmada sobre todo en visiones sobre los trabajadores y migrantes en una importante variedad de expresiones.

Por su parte, la tercera categoría es la menos robusta, pues reúne menos de 18% de las colaboraciones. Comprende trabajos sobre diferentes prácticas, sociabilidades, tradiciones, rituales y costumbres. Pudiera considerarse que varios de los artículos bajo este rubro desarrollan un estrecho diálogo con la historia cultural, cubriendo temas como el ocio de las clases populares, criminalidad y control social, discursos prescriptivos, procesos “civilizatorios”, lectoescritura y esfera pública.

  • Se trata de un campo relativamente reciente y bastante dinámico, dentro del cual no cabe duda que los estudios de género se han transformado de manera sustancial, siguiendo patrones equiparables respecto a otras latitudes.
  • Como señala Silvia Arrom, “la historia de la mujer en todas partes ha sido en alto grado ‘ movement history ‘, o sea, una ‘historia comprometida'” que ha mostrado cómo la “posición subordinada” es resultado de una construcción histórica.17 Entre las páginas de la revista figuran varios trabajos que han desarrollado este enfoque.

Los textos cubren un abanico de temas que van desde la vida conventual hasta transgresoras de la ley penal, como puede verse en las colaboraciones de Asunción Lavrin, Heather Fowler, Elisa Speckman y Martha Santillán.18 Por último, el escrutinio histórico ha consolidado líneas para explicar conflictos de índole muy diversa, representando 19% de los artículos publicados.

Desde rebeliones campesinas hasta motines urbanos, desde estallidos revolucionarios con repertorios de violencia diversos hasta bloqueo de calles, huelgas y formas de interpelar a las autoridades, la conflictividad social es un rasgo destacado por los historiadores. Igual que en los bloques temáticos precedentes, combinan escenarios urbanos y rurales.

Al reconstruir episodios de protesta social, se ocupan de la economía moral detrás de motines y rebeliones, así como de concepciones y nociones de justicia. No todos estos fenómenos tenían un componente político, pues figura también el estudio sobre bandidaje, marginalidad, desviación y control social, como la construcción del sujeto criminal.

Estos temas se han sumado al estudio del conflicto y movimientos más organizados y articulados sobre reivindicaciones políticas con variados repertorios de movilización.19 Palabras finales Tras este balance, debe decirse que la historia social en las páginas de Historia Mexicana se ha diversificado, especializado y renovado durante las últimas décadas.

Temas que se creían agotados han resurgido con enfoques, metodologías e interpretaciones novedosas. De ese modo, una revisión de la producción de conocimiento histórico muestra el dinamismo de varias líneas de investigación. A la historia demográfica se sumó el escrutinio del mundo del trabajo, pero éste desde sus inicios no se restringió al estudio de la clase obrera, pues incluyó a los artesanos y, más recientemente, empleados públicos.

A categorías clásicas se han incorporado las de identidades y otros actores que, incluso en las críticas tempranas a la historia social, se echaban de menos, como los sectores medios.20 En general, los artículos no han perdido de vista el estudio de procesos de segregación social, etnicidades y pueblos de indios, análisis con perspectivas de género, movimientos sociales, trabajos libres y coaccionados a lo largo del tiempo; conflictos laborales, los efectos sociales de la urbanización, la transformación del mundo del trabajo, la criminalidad, justicia e instituciones de encierro; los problemas agrarios y conflictos por la propiedad y los recursos en ámbitos rurales, así como migraciones y exilios de índole diversa.

Ahora bien, ante el fantasma de una producción académica “totalmente estandarizada y uniforme”, el antropólogo Tim Ingold respondió que la tiranía de la evaluación le estaba quitando el alma a la escritura en ciencias sociales y humanidades. Frente a este fenómeno sostuvo que todos “queremos que nuestro trabajo tenga impacto, y valoramos el impacto que tiene.

No es la idea del impacto la que objetamos, sino la idea de que sólo es confiablemente cierto aquello que se puede cuantificar”.21 Si atendemos la riqueza de los artículos que, de una u otra manera, se ocupan de la historia social, Historia Mexicana ha mantenido una innegable calidad y variedad que desafían la posible estandarización del conocimiento sobre este campo.

Referencias Archila, Mauricio, “Ser historiador social hoy en América Latina”, en Historia Social, 83 (2015), pp.157-169. Bakewell, Peter, “Conversación sobre la historia: Entrevista de Peter Bakewell a Silvio Zavala”, Memoria de El Colegio Nacional, X: 1 (1982), pp.13-28.

Klein, Herbert S., “The Old Social History and the New Social Sciences”, en Journal of Social History, 39 (2006), pp.935-944. Lauri, Antonio de, “El futuro de las publicaciones académicas. Entrevista con Tim Ingold”, Historias, 92 (sep.-dic.2015), pp.3-6. Lida, Clara E. y José Antonio Matesanz, “El Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962”, en Clara E.

Lida, José Antonio Matesanz y Josefina Zoraida Vázquez, La Casa de España y El Colegio de México: memoria, 1938-2000, México, El Colegio de México, 2000, pp.123-316. Piqueras, José Antonio, La era Hobsbawm en Historia social, México, El Colegio de México, 2016. Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons

¿Cuándo y por qué surgió la historia desde abajo?

La ‘Historia desde abajo’, es un enfoque dentro de la historia social. Si bien fue propuesto por el historiador francés Georges Lefebvre (1874–1959), fue desarrollado y popularizado por historiadores marxistas británicos (Eric Hobsbawm, Edward Thompson, Christopher Hill y Raphael Samuel) en la década de los sesenta.